Salvador Bernabéu Albert
Nació en Jumilla, Murcia, en 1960. Estudió Historia de América en la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo el doctorado en 1989. Actualmente es científico titular de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, institución a la que ha estado vinculado desde 1986, primero como becario y después como investigador contratado. También ha sido profesor en la Universidad Autónoma de Baja California Sur y en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Sus trabajos de investigación se han centrado en la historia de los descubrimientos, la ilustración americana y la historia del Norte de México. Es autor de más de treinta artículos en revistas especializadas, así como de varios libros. Los dos últimos son La aventura de lo imposible. Expediciones marítimas españolas (Barcelona, Lunwerg, 2000) y El Septentrión Novohispano: ecohistoria, sociedades e imágenes de frontera (Madrid, CSIC, 2000).

Se preguntaba san Agustín en las Confesiones “¿Quid est tempus?” y reflexionaba: “si nadie me lo pregunta, lo sé, pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, no lo sé”. De igual forma, me pregunto cada día sobre la naturaleza y los fines de la Historia, y la respuesta del obispo norteafricano se repite en mi mente.
        También encontré una luz, una guía, al definir el presente como el lugar de una temporalidad extendida que alberga simultáneamente la memoria de las cosas pasadas y la expectativa de las cosas por venir: “el presente del pasado es la memoria, el presente del presente es la visión, el presente del futuro es la expectativa”. Estos tres elementos están unidos en la escritura de la Historia y han presidido la elaboración de Real espejo novohispano, que forma parte de la colección Lobo Rampante, creada y financiada por la Universidad Iberoamericana Torreón, e impulsada por la generosidad y entusiasmo del doctor Sergio Antonio Corona Páez. Es una memoria del pasado que nos ayudará a comprender las raíces culturales de la sociedad coahuilense, la complejidad y riqueza de los lenguajes políticos y artísticos, y la forma de entender la vida y la muerte durante la colonia. Pero, cuidado, lo “colonial” no es un mundo ajeno, lejano o extraño. Terminó la soberanía del rey de España, pero las herencias en derecho, en prácticas sociales, en formas de ser y de abordar la vida, tienen más validez de lo que se piensa a priori. Entre otras cosas, porque las adaptaciones y reelaboraciones locales y regionales en toda América, y especialmente en el Norte de México (por su alejamiento de la corte real y virreinal), modelaron la personalidad histórica de cientos de ciudades como respuesta a ese laboratorio particular de mestizaje que se produjo con los mundos indígenas y afroamericanos.

                    

        También la colección Lobo Rampante ayuda a una visión más profunda de los fenómenos sociales, capaces de darle esa hondura que ayude a su reflexión y búsqueda de soluciones originales. El verdor de las hojas depende de las condiciones favorables o desfavorables de las raíces. Y, por último, esta colección impulsa una nueva expectativa a la hora de diseñar el futuro: más rica en los planteamientos, menos respetuosa con los símbolos, las instituciones y las verdades de papel. Como decía don Luis González, los historiadores somos como los sacristanes, que de tanto quitar el polvo a las imágenes les pierden el respeto, terminan por tutearse. Bueno, estas son las cuestiones que presidieron el feliz encuentro del doctor Corona (director de la colección, recopilador y paleógrafo) y de este lejano investigador, varado a orillas del Guadalquivir, gracias a otro trotamundos y trotahistorias: Carlos Manuel Valdés. A ellos, a Jaime Muñoz Vargas y a todos los que han hecho posible esta edición, gracias. Y gracias a los que leen esta breve carta, que quiere transmitirles una invitación para el acercamiento a este libro.
        Hace años los escritores brindábamos por Gutemberg, inventor de la imprenta, pero ahora debemos hacerlo por quien inventó el internet. A menudo me sorprendo del hecho de escribir sin plumas y de leer sin libros, y de descubrir que me separa una pantalla de un mundo humano de investigadores y de amantes de la Historia, a los que pueden unirnos las palabras y la reflexión seria, abierta e interdisciplinaria. Una nueva república del conocimiento transnacional, que iniciaran los escritores de la Ilustración, es una de las pocas consecuencias positivas de este mundo globalizado, que está desechando a tantos hombres y mujeres. Al menos, en los márgenes de cientos de páginas consumidoras y de proyectos denigrantes, podemos encontrar el “enlace” que nos permita contribuir a esta aventura de historia y de cultura que es la colección Lobo Rampante. Espero que sigamos colaborando y que la Universidad Iberoamericana Torreón —patrocinadora de la colección— cuente con la presencia de otros investigadores de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos (Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España), para futuros proyectos culturales.
        Una última petición. Puesto que el tema del libro es la memoria y ceremonias reales en el obispado de Durango, para despedirme me serviré del converso Juan Alfonso de Baena, quien escribió al rey Juan II: “Alto Rey: ruego y pido,/ los nobles en condiciones,/ fidalgos lindos, varones/ de linaje escogido,/ que non pongan en olvido/ de notar mi escritura”.
        De nuevo, gracias.

*Enviado desde Sevilla con motivo de la presentación del Real espejo novohispano. Una lectura de la Monarquía española según documentos del obispado de Durango (1761–1819), el 26 de septiembre de 2002, en el marco de la VI Feria del Libro de Torreón.