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2. Un filósofo que escribe claro frente a otro filósofo que escribe claro
Si algún estigma tiene Savater en el medio académico, es el de ser un
“filósofo light”,
que es “demasiado sencillo”, que “no tiene el rigor necesario”
para considerarlo un verdadero filósofo. De hecho en el libro que se
analiza se menciona la autocomparación que hace Savater sobre su obra
equiparándola más con la de Borges que con la de Spinoza, al definirla
como “literatura sapiencial” más que como filosofía. Sin embargo,
a pesar de estas críticas o descalificaciones que se hacen a su extensa
y muy rica obra (por cierto, muchos de los que lo descalifican no tienen
un solo libro publicado), desde mi personal punto de vista, y que creo
es compartido por mucha gente, el que un filósofo escriba de manera
clara y accesible es algo que se tiene que agradecer y que habla más de
capacidad de síntesis y comunicación, que de falta de rigor o nivel
intelectual.
Por otra parte, en Savater habría
que distinguir sus obras más filosóficas (Ética como amor propio, El
contenido de la felicidad, Apología
del sofista) de sus obras de divulgación (Ética para Amador, Política para
Amador, Las preguntas de la vida), aunque en ambos casos, a
pesar de manejarse en distinto nivel, se trata de textos claros, amenos
y aun, plagados de humor e ironía.
En el caso de Javier Prado y del libro que nos ocupa, es también
muy agradecible encontrarse con un ensayo que contiene una muy amplia y
suficientemente rigurosa revisión y presentación de diversos autores y
corrientes filosóficas, escrita de una manera clara, fluida y muy didáctica.
Leyendo el texto resulta evidente el excelente conocimiento filosófico
del autor y su enorme capacidad para presentar en unas cuantas páginas
o incluso líneas, las principales ideas que conforman el pensamiento de
autores tan complejos como Nietzche o Spinoza, las características
fundamentales del pensamiento moderno y el posmoderno, las líneas
conductoras de la obra de Savater y sus principales cambios o
“corrimientos”, etcétera.
3. Un filósofo con varios antecesores frente a un filósofo con un antecesor predominante
Tres son los principales filósofos que según Prado, han
influido en Savater: Nietzche, Spinoza y Cioran. Dos más son los filósofos
españoles que de manera no explícita tienen también influencia en su
obra: Unamuno y Ortega.
Con una capacidad didáctica magistral, este libro nos introduce
en los elementos más relevantes de la obra de estos filósofos y nos va
indicando los que han sido tomados e interpretados por Savater a lo
largo de su obra. De Nietzche, la definición fundamental del vitalismo,
la muerte de Dios y la voluntad de poder a la que el autor vasco llama
“voluntad de valor”. De Spinoza, la identificación de Dios con la
naturaleza, la convicción de que el fin último del hombre es la alegría
y la valoración del cuerpo y de los sentimientos como elementos
centrales en la ética. De Cioran, su idea de lucidez como experiencia
que descubre la ausencia de fundamentos (la inanidad del ser, que
produce vértigo), aunque contradictoriamente, dado que Savater habla
del amor propio como fundamento último. De Unamuno, la idea de la búsqueda
o deseo de inmortalidad en el ser humano; y de Ortega, el planteamiento
pindárico: “Llega a ser lo que eres”.
Uno es el filósofo con el que Javier Prado afirma identificarse
más como fundamento para los planteamientos éticos que contrastan el
pensamiento savateriano: Xavier Zubiri. Sin embargo, como en Ética
sin disfraces, se extraña un planteamiento introductorio más
amplio y explícito al pensamiento zubiriano, al menos en la parte que
corresponde a la ética. Hay en el texto un apartado donde se plantean
algunas ideas de la antropología de Zubiri y el concepto de hombre como
autoposesión o de la idea de felicidad como autorrealización o
“sentirse realmente bien”. Se exponen además, algunos
planteamientos de Aranguren, quien desarrolla más ampliamente el
pensamiento de Zubiri en la ética. Sin embargo, la complejidad del
pensamiento de este filósofo español, del que Savater ha estado
alejado en su obra, y la pretensión explícita de proponerlo como el
elemento de contraste para analizar críticamente el vitalismo
savateriano, hacen que un lector no identificado con esta filosofía no
encuentre suficientemente planteados los elementos básicos que sirven a
dicho contraste. Esta insuficiencia es notable también en el capítulo
final del libro. La expectativa que va creando la excelente
contextualización histórica de la ética y la no menos sólida
presentación descriptiva y analítica de la obra del autor donostiarra,
no se satisface con la muy breve reflexión crítica que se hace en el
capítulo de cierre, donde quedan sin responder muchas de las muy
pertinentes e iluminadoras preguntas que Javier Prado ha ido planteando
al describir la obra de Savater. Aunque quizá esta sea una virtud del
libro: dejarnos con mucho más elementos para pensar a partir de estos
cuestionamientos no resueltos con la amplitud esperada.
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4. Un filósofo moderno frente a otro filósofo moderno
Prado insiste en el carácter moderno e ilustrado del pensamiento de
Savater. Destaca en esto su oposición a Cioran que afirmaba que la
historia es indefendible y su creencia en las promesas de la modernidad
reflejadas en su apuesta a la razón, en su defensa del individualismo
(no individualísimo), en su creencia en el progreso, la civilización y
la democracia representativa.
Es indudable la
veracidad de este juicio: “Savater es un moderno que escribe en un
mundo posmoderno”. Lo es incluso por sus planteamientos lógicos
racionales en los que se presentan disyuntivas totalmente excluyentes y
alejadas de lo que hoy se empieza a difundir más ampliamente como
“pen-samiento complejo”. Bien analiza Prado en este libro el
planteamiento contradictorio savateriano respecto del amor propio y el
egoísmo como fundamento de toda actuación ética y por otro lado, el
concepto de la posibilidad de la ética en la política como
“reconocimiento en el otro”, o la dificultad para conciliar esta
posición individualista, este “egoísmo ilustrado” con la
construcción de una sociedad democrática.
Pero es también evidente el pensamiento moderno del autor de
este libro que hoy presentamos. Su planteamiento de la ética de la
responsabilidad o de la compasión a partir de Victoria Camps —sin
duda sugerente y muy pertinente para nuestro tiempo y nuestro
continente— como excluyente u opuesto radicalmente al fundamento del
amor propio planteado por Savater, la idea de que la ética y la política,
aunque tengan relación, tienen que respetar la “independencia de sus
campos”, su reiterada defensa del valor de las identidades nacionales
y los estados nacionales y su oposición a las propuestas de elementos
de autoridad o justicia supranacionales o mundializados (a pesar de que
es cierto lo que se señala como riesgos), resultan sin duda
observaciones plenamente modernas e ilustradas frente a la realidad
nueva y desconcertante de la globalización que está exigiendo
pensamiento complejo, integración de los campos del saber y conciencia
de esa “tierra–patria” que menciona Morin.
5. Un filósofo vitalista contra un filósofo eudemonista
Al vitalismo de Savater, opone el autor de este libro el eudemonismo
aristotélico–zubiriano, es decir, al planteamiento reciente de
Savater en el sentido de que el fin último del ser humano es la alegría
(ya no la felicidad) ligada al placer o a la mera complacencia o
impunidad (ausencia de sanción en lo moral), se opone como propuesta en
el libro la cuestión de la felicidad entendida como realización e
integración, o al menos no opuesta al deber e incluso al placer, aunque
propone la primacía de la contemplación y la importancia de la compasión
ante los sufrimientos de los demás.
Con excelente tino se cuestiona la noción savateriana de que el
mal moral está en los condicionamientos culturales, sociales y económicos
que ponen obstáculos a nuestra personalidad. El eudemonismo plantea que
el mal tiene que ver necesariamente con el uso de la libertad, y el mero
condicionamiento no implica libertad sino que es un simple elemento de
contexto para el uso de ella. Se critica con acierto también, el
soslayo que se hace de la importancia de la situación o circunstancia
en el discernimiento de los valores y la poca valoración que se le da
al discernimiento mismo.
No queda suficientemente claro sin embargo, cómo analiza la
propuesta eudemonista de Zubiri la cuestión del fundamento. Se sugiere
que no es el amor propio y que la meta es la felicidad entendida como
realización, se sabe que se está hablando de la necesidad de criterios
anteriores que orienten el querer al que Savater concede la primacía
sobre el deber, se infiere que se acepta la existencia de valores
universales o valores no individuales sino del hombre en genérico,
aunque este planteamiento no queda claro ni cuáles son esos criterios
anteriores.
¿Será que esa autoposesión que está en juego o realizándose
en la realidad concreta de cada persona o de la humanidad como colectivo
tiene “impresos” esos criterios anteriores?, ¿será que ese querer
puede ser aceptado si se entiende no como un querer caprichoso y espontáneo,
sino como un querer responsable y verdadero?, ¿será que la humanización
es la finalidad y que la felicidad o la alegría son solamente
componentes?, ¿será que este querer no es solamente individual, sino
que tiene características comunes a todos los seres humanos y eso es lo
que le falta a la ética savateriana?, ¿será que las normas o valores
objetivos son construcciones históricas y culturales o son realmente
universales?
6. Un filósofo inmanentista frente a un
filósofo con visión trascendente
Un filósofo inmanentista es analizado en este libro por un filósofo
con visión de trascendencia. Esto queda claramente presentado en el
libro y con mucha suficiencia argumentativa. Un ejemplo es la
descalificación que hace Savater de las filosofías teológicas por
afirmar que estarán siempre condicionadas por los dogmas de la religión
que se profese. El cuestionamiento de Prado acerca de la posibilidad de
construir una filosofía a favor de la vida desde una actitud creyente
es una muestra de este debate.
Sin embargo, la diferencia más notable no está allí, sino en
la propuesta ética misma. Savater parte de la “muerte de Dios”
proclamada por Nietzche (que afirma no lleva necesariamente al ateísmo)
y de la visión inmanentista de Spinoza sobre el ser humano que lo
conduce a proponer una visión del presente, una visión que no
considera la cuestión de un proyecto futuro de vida o de un horizonte
utópico y optimista, y que habla de priorizar el presente y su afirmación
vital, así como de la importancia del disfrute corporal o del ideal ético
del conatus
spinoziano, el esfuerzo de toda cosa por perseverar en el ser, que se ve
colmado en la alegría.
La visión eudemonista que se plantea tiene sin duda un punto de
partida trascendente y por ello considera la posibilidad de realización
a partir de un proyecto personal de futuro o de un proyecto de
“liberación” colectivo. Parte además de una complementación entre
el querer personal y la responsabilidad desde la compasión por el otro,
que sin duda son parte de una perspectiva totalmente distinta a la
sugerida por Savater.
7. Un filósofo de izquierda frente a un filósofo de izquierda
Prado critica la autodefinición de Savater como filósofo de izquierda
por considerarlo demasiado europeo y preocupado excesivamente por la
problemática política o de la paz, pero sin tomar en cuenta la
necesidad del cambio de estructuras económicas, la resolución del
problema de la pobreza como el que enfrentamos en Latinoamérica y la
perspectiva de relación entre la paz y la justicia.
El énfasis de Savater en la libertad sobre la igualdad es
cuestionado también por el autor de este libro como poco consistente
con una postura de izquierda, ya que la izquierda tradicionalmente se ha
ocupado del problema de la igualdad priorizándolo sobre el de la
libertad.
Dos visiones de izquierda,
una ligada más bien al concepto de izquierda democrática europea de
corte político y antitotalitario, la otra ligada más a la perspectiva
de cambio de estructuras económicas y a la lucha por la justicia que ha
sido más enfática en el Tercer Mundo y en particular en Latinoamérica.
Nuevamente surge la necesidad de una visión de complejidad y de
adecuación o resignificación de lo que el término izquierda significa
o puede significar hoy para ser pertinente tanto en Europa como en
Latinoamérica. Sorprende por ejemplo la afirmación “No cabe duda de
que para Savater, ser de izquierda es ser demócrata”, que expresada
de esa forma y en el contexto de la crítica a la postura del filósofo
vasco, pudiera sonar descalificadora cuando parece ser que hoy en día,
no habría quien concibiera una izquierda no democrática.
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8. Un filósofo europeo frente a un filósofo latinoamericano
Estas dos visiones de la izquierda tienen que ver sin duda con el
contexto del que ambos filósofos (Savater y Prado) provienen. El
primero ha vivido en un contexto europeo, ha sido víctima de la
dictadura franquista y ha padecido los problemas de violencia derivados
del nacionalismo radical vasco materializado en la ETA.
El segundo es producto de un contexto latinoamericano cuya problemática
fundamental y acuciante es la de la desigualdad social, la pobreza y la
explotación de las mayorías: la falta de justicia.
Sin embargo, estas visiones en un mundo globalizado deben llegar
a tocarse y a complementarse. No cabe duda que los europeos deben tomar
conciencia del acuciante fenómeno de la pobreza y la injusticia en el
Tercer Mundo, dado que empiezan a vivir sus efectos en el enorme número
de inmigrantes que llegan en busca de trabajo y de condiciones humanas
de existencia. Es también muy cierto que en Latinoamérica es necesario
cobrar conciencia de la importancia que tiene, aún para la solución de
los problemas sociales o de pobreza, la generación de una cultura
democrática, de un modo participativo de vida social y de un estado de
derecho con instituciones sólidas, que rindan cuentas a la sociedad.
Es aquí donde quizá habría un símil con la respuesta de Dalí,
en el sentido de que, al menos como impresión general de este lector,
podría afirmarse: Savater es político, Javier Prado tampoco...
Sin conocer de manera exhaustiva la obra del filósofo vasco, me
parece que la dimensión política no es la parte más sólida, y de algún
modo la presentación y el análisis de Prado lo demuestran. La ética
savateriana del amor propio sufre y tiene que hacer bastantes
concesiones o “corrimientos” para traducirse al ámbito político.
Pero también por la profundidad del análisis da la impresión
de que esta dimensión tampoco es el ángulo más fuerte de trabajo de
Javier Prado. La parte de la política al describir la obra de Savater
es la que tiene las preguntas menos interesantes y carece, por ejemplo,
de cuadros comparativos que presenten sintéticamente la evolución del
pensamiento del autor como lo hacen los excelentes esquemas que se
incluyen en el capítulo anterior, cuando se habla de su ética. El análisis
de lo político queda al final en el libro de Javier y tampoco es la
parte más sólida o profunda del texto, además que contiene elementos
cuestionables como lo ya señalado al hablar de la postura de izquierda
o la negación de este estado mundial que hará que se respeten los
derechos humanos o la crítica a la propuesta de reorientar a la ONU,
que no están suficientemente explicadas y parecen no corresponder a la
realidad de la globalización, a la necesidad de pensar globalmente los
derechos humanos, a la idea emergente de la internacionalización de la
justicia y al surgimiento de la corte penal internacional, etcétera.
Savater es político, yo tampoco.
9. Un filósofo reconocido frente a un filósofo por conocer
Con sus virtudes y sus defectos o limitaciones muy bien señalados en el
libro que se presenta, con Fernando Savater estamos frente a un filósofo
reconocido internacionalmente por sus aportes filosófico–literarios o
literario–filosóficos. Con un gran dominio y facilidad de comunicación,
Javier Prado hace un muy justo (en el sentido de hacer justicia y en el
sentido de precisión) recorrido por la obra de este pensador español.
Lo hace mostrando que es un muy buen filósofo que cuenta con un rico
bagaje de conocimientos, lecturas, manejo de autores, síntesis
trabajadas, corrientes de pensamiento asimiladas, dominio y pasión por
el tema de la ética y la antropología filosófica, y pasión por
transmitir todo esto de manera muy didáctica y humilde. Esto nos habla
ya de un muy buen autor y hace suficientemente recomendable este libro
que podría titularse, como dice la reseña, “Savater sin
disfraces”, parafraseando el título del libro anterior de Javier. En
efecto, este libro “desenmascara” las virtudes y las limitaciones,
las verdades y las apariencias (como eso del pesimismo savateriano que
en realidad es optimismo), de la obra de este autor tan leído en México
en los últimos años.
Sin embargo, yo desearía que a partir de este libro pudiéramos
ir encontrando a “Javier Prado sin disfraces” en sus próximas
(espero que no solamente en el sentido de siguientes, sino de cercanas
en el tiempo) obras. Me refiero a que lo leído en sus dos publicaciones
anteriores nos revela a un filósofo que se antoja leer por sus
planteamientos originales que no parten del análisis de las obras de
otros, sino que revelen la comprensión y reflexión del autor y su
interpretación y adecuación de la filosofía Zubiriana a los campos de
la ética y la antropología que parecen ser los que más le apasionan.
10. Un filósofo polémico frente a un filósofo que polemiza
Muy recomendable es en síntesis la lectura de este nuevo libro de
Javier Prado. Quien guste y conozca algo de la obra de Savater podrá
reafirmar ideas ya leídas, corregir o confrontar otras, descubrir
muchas nuevas y tener un panorama muy completo de la ética de este
autor.
Quien no guste pero haya leído a Savater, podrá reafirmar quizá
las razones por las que no comparte sus ideas sobre la ética.
Los que gusten o no de Savater sin haberlo leído —que
seguramente serán muchos más— podrán entender con bastante claridad
de qué hablan cada vez que lo mencionan para alabarlo o para
criticarlo.
Los que no estén en ninguno de los casos anteriores —lo cual
es difícil pero posible— podrán encontrar mucha riqueza en aprender
de los diversos enfoques de la ética, de los principales problemas que
hoy se plantean en este campo y del contexto histórico en el que los
tenemos que analizar y entender, y de la realidad a la que tienen que
responder. Podrán además conocer un poco de uno de sus más polémicos
representantes en lengua española a través del estudio realizado por
un filósofo mexicano que sabe polemizar con él de una manera muy
clara, didáctica y “sabrosa”. Que lo disfruten.
*Fernando
Savater: grandeza y miseria del vitalismo,
UIA ciudad México, México, 2002, 247 pp. |