El paradigma sistémico |
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Ricardo Coronado Velasco |
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Ricardo Coronado Velasco Maestro en Ingeniería, maestro en Letras Modernas y candidato a doctor en Historia. Director del Departamento de Ciencias Fisicomatemáticas de la UIA Torreón. Ha publicado, entre otros, Nocturnancia, Por las que van de arena, Los refugios de la memoria y Epistolario de un sueño. |
Durante
siglos, hasta los años cuarenta del veinte, el método científico se
mantuvo prácticamente inobjetable. Entonces, desde el terreno de la
Biología comenzó a ponerse en duda su eficacia para entender la
complejidad de los organismos vivientes y afrontar los complicados
problemas que presentan. Ahí resultaban inoperantes, vanos, los
conceptos mecanicistas del mundo. Pronto la Física, la Sociología y,
en general, las demás disciplinas se sumaron a esos reclamos, pues habían
acumulado una serie de problemas para los cuales el modelo analítico se
mostraba incapaz de ofrecer soluciones plausibles. Fue así como surgió
y empezó a desarrollarse un nuevo paradigma intelectual que concibiera
la realidad de forma más explicable. Actualmente, la teoría
de sistemas ha resuelto muchos de los dilemas a los que había
llegado la ciencia y se nos presenta como una formidable alternativa
para la solución de problemas en un amplio espectro que va desde la
Matemática hasta la Administración de Empresas. |
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De las premisas anteriores se deducen por lo menos dos consecuencias
inmediatas. Una: un sistema no puede ser dividido en partes
independientes. Dos: no es posible conocer el todo a partir del
conocimiento individual de sus partes y la forma cómo interactúan ya
reunidas. ¿Por qué? Porque cada una de las piezas posee propiedades
que pierde cuando se separa del sistema y, por otro lado, el sistema
mismo ostenta cualidades esenciales que no tiene ninguna de sus partes.
Un ejemplo persuasivo es el cuerpo humano: un ser humano puede correr,
leer, escuchar música… gracias al acomodo, a la ordenación que
mantienen sus órganos dentro de toda la estructura; pero si extrajéramos
uno de sus ojos, este órgano por sí solo no sería capaz de ver como
cuando interactúa con el resto del cuerpo. |
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Por otro lado, el pensamiento
sistémico considera que existe una estrecha relación entre el observador
y el objeto observado. La realidad creada es producto de una coautoría
entre ambos, en un espacio y tiempo determinados. Así, el objeto depende
de la percepción del observador. La realidad es subjetiva, personal. Una
cosa es lo que el mundo real es y otra cómo el observador la concibe para
sí. En este sentido es por demás clarividente el epígrafe con el que
Gabriel García Márquez inicia su libro autobiográfico Vivir
para contarla: “La vida no es la que uno vivió, sino la que
uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. |