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Laura
Orellana Trinidad
Licenciada en Sociología, maestra en Historia y candidata a doctora en
Historia por la uia
ciudad de México. Profesora de tiempo en el Departamento de Humanidades
de la uia
Torreón. Entre sus obras publicadas se encuentran la coautoría de los
tres tomos de Investigación
a tu alcance,
Entre lo público y lo privado y recientemente, Hermila
Galindo: una mujer moderna (Conaculta/inba,
2001). |
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Los
veinte años que cumple nuestra entrañable uia
y los cinco transitados por la revista Acequias,
merecen una reflexión sobre el papel que tiene la divulgación del
conocimiento en las instituciones de educación superior.
Cualquier
universidad que se precio de serlo, tiene en su haber una o varias
publicaciones periódicas. Y es que dos de las principales misiones de
esta institución son tanto la generación de conocimientos, como su
difusión a la sociedad.
Ninguna facultad o departamento académico puede guardar para sí
sus reflexiones, teorizaciones, ensayos, análisis o investigaciones,
porque como señala Niklas Luhmann, “...el pensamiento lógico y
creativo no tiene absolutamente ningún efecto si no comunica” (La
ciencia de la sociedad, Anthropos/uia/ITESO,
México, 1996, p. 21). La socialización del conocimiento es pues un
deber propio y específico de las universidades.
Las
comunidades académicas de las instituciones de educación superior le
dan un perfil a sus revistas y éstas terminan por definir una identidad
de las mismas universidades. Muchas publicaciones regulares han tenido
una gran continuidad histórica y adquirido relevancia no sólo en el
lugar del que proceden, sino a nivel nacional, lo cual es una aspiración
general. |
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En
este campo tenemos la revista Universidad
de México, surgida desde 1930 y que circula ya
ininterrumpidamente a partir de 1946, por supuesto, es una edición de
la unam;
generada también en este mismo centro educativo se encuentra la Revista
Mexicana de Sociología, desde 1939; otras más recientes
pero con gran impacto son El
Cotidiano, Sociológica
y Análisis
Económico, las tres de la uam
Azcapotzalco.
Por su parte, la Universidad
Iberoamericana en sus diferentes planteles, también se ha distinguido
por su permanencia y calidad con algunas revistas: ahí está Magistralis,
de la uia
Puebla; Huella
y Renglones,
del ITESO, publicadas desde 1982 y 1985, respectivamente; Historia
y Grafía, editada en la Ibero ciudad de México, merece
especial atención, ya que a pesar de haber impreso su primer número en
1993, cinco años más tarde había ganado un lugar entre las revistas
de investigación científica y tecnológica del “padrón de
excelencia”, que sólo obtienen aquellas que incluyen artículos
producto de investigaciones con resultados originales, que pasan por un
arbitraje de por lo menos dos especialistas en el tema. La inclusión de
Historia
y Grafía en este índice se traduce en un mayor
reconocimiento para los autores que participan, pues obtienen puntos
importantes tanto para el Sistema Nacional de Investigadores como para
la misma uia.
Nuestra
institución, aunque joven, ha pasado por lo que considero dos procesos
en estos veinte años en lo que respecta a publicaciones periódicas
académicas. El primero se dio hace precisamente 10 años, cuando un
grupo entusiasta de profesores de diversos departamentos y estudiantes
de la entonces licenciatura en Ciencias Humanas, se dieron a la tarea de
formar Encuentro.
El nombre coincidió curiosamente con un magno evento, llamado, si mal
no recuerdo, “Encuentro de dos mundos”, que conmemoraba los 500 años
de la llegada de Cristóbal Colón a este continente. El primer número
recogió las excelentes intervenciones de Carlos Monsiváis, Pedro de
Velasco, sj e Irena Majcjrzak. En el segundo, los profesores del
Departamento de Letras de la UIA ciudad de México, contribuyeron con
sus textos. Éstos eran los de fuera. Pero desde aquí hubo una
participación numerosa: Saúl Rosales, Virginia Sariñana, Mussia
Schifter, Octavio Orellana, Ricardo Coronado, Oralia Esparza, José Luis
Urdaibay, Sergio Garza, Alonso Licerio, el rector Raúl Durana sj, y yo
misma. Aunque el camino para los dos encuentros
no fue sencillo, creo que en general reinaba el entusiasmo.
Sin embargo, éste no bastó para darle continuidad a la revista, a
pesar del apoyo del padre Durana, fundamental para la edición que hacía
Felipe Garrido.
Intentando
hacer una reflexión sobre este desenlace, me parece que faltaron dos
cuestiones primordiales: la institucionalización de la revista y la
inclusión de la escritura académica como parte del trabajo de los
profesores. Si bien se ha criticado el fenómeno de la “puntitis”
entre los académicos del centro del país, en las regiones todavía
padecemos el extremo de considerar las colaboraciones como un verdadero hobbie.
En
1997, el entonces rector Carlos Escandón, sj, abrió un espacio dentro
de la organización universitaria para la revista que hoy tenemos en las
manos, Acequias,
surco esperanzador para el flujo creativo que iría llegando, número a
número. Los textos publicados durante estos cinco años reflejan en
alguna medida la vida académica de la uia
Torreón: profesores, alumn@s y ex alumn@s, hemos tenido una vía de
expresión, pero también han tenido acogida ensayos, poesías y artículos
diversos tanto de compañeros de las uias,
como de otros centros culturales.
El
perfil de la revista es general y amplio: se trata de incluir textos
breves de todos los departamentos y áreas de estudio. La participación
—ni duda cabe— cada vez es más numerosa y de mejor calidad. Lo
primero se observa fácilmente porque se pasó de 24 páginas en el
inicio, a 72 en la última edición; para calibrar lo segundo, hay que
leerla. Seguramente Encuentro
desbrozó en algo el camino a Acequias,
como ésta última lo ha hecho, y ojalá abone el terreno para otras
publicaciones de carácter más disciplinar o departamental en el largo
camino que aún nos falta recorrer.
Las
revistas, por su misma naturaleza urgente y periódica, permiten el diálogo,
el debate, y en ocasiones, hasta la contienda, porque no se alcanzan
consensos sobre temas importantes en las regiones o el país. En ellas,
los escritores ensayan estructuras narrativas distintas, se vierten los
resultados de investigaciones y también, se facilita la divulgación de
lo que se hace en los salones de clase. Son necesarias, imprescindibles.
Por eso deseamos una larga vida para Acequias. |