de la estética de la desaparición
a la ética de la percepción

Javier Prado Galán, sj

 



Javier Prado Galán, sj

Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el Instituto Libre de Filosofía, A.C.; licenciado en Teología por el Colegio Máximo de Cristo Rey; maestro en Filosofía por la UIA ciudad de México y candidato a doctor en Filosofía por la UNAM. Ha publicado Globalización y ética: moral indolora y disolución de los valores, Efectos sociales de la globalización; Ética, profesión y medios: la apuesta por la libertad en el éxtasis de la comunicación; Ética sin disfraces. Una aproximación a la antropología, la cultura y la ética de nuestro tiempo.

“La lentitud es la belleza”.
Antonin Artaud

El menudo problema de la ética de los medios de comunicación es resuelto magistralmente por Paul Virilio con su propuesta de una ética de la percepción contra una estética de la desaparición. Veamos y vayamos por partes. Paul Virilio, filósofo de la velocidad, trastoca la fórmula tradicional de Marshall McLuhan —“el medio es el mensaje”— por esta otra: “el medio es la velocidad”. El filósofo francés nos habla de tres revoluciones a lo largo de la historia de la humanidad: la revolución industrial, la revolución de los transportes y la revolución de las transmisiones. Actualmente nos encontramos inmersos en la tercera. Y dentro de ella podemos afirmar que la televisión puede llegar a ser desplazada por los multimedia. La interactividad puede ser el fin de la televisión.
        El vídeo y la televisión desembocan hoy en la infografía. No pienso como Virilio, la televisión cuenta todavía con la primacía, al menos en nuestro Tercer Mundo. Desde nuestra condición de localizados, puedo decir que aún no perdemos la televisión. Anteriormente, con la revolución de los transportes era viable hablar de salida, trayecto y llegada. Hoy ya no es posible hablar de trayecto. Asistimos a una “llegada generalizada”, sin que estemos seguros de haber partido. De hecho, la dialéctica sujeto–objeto es resuelta por Virilio con la reflexión sobre la pérdida del trayecto. El trayecto es lo que vincula al sujeto con el objeto. Pero el trayecto se pierde en la hiperconcentración del tiempo real. La epistemología tendría que pensarse desde esta perspectiva. La dialéctica sujeto–objeto puede ser resuelta desde la opción por la importancia del trayecto.
        Las nuevas tecnologías son las tecnologías de la cibernética. Éstas nos hacen vivir en el espejismo del logro de una humanidad unida, aunque en realidad nos orillan a la uniformidad. La aldea global es ambivalente. Estas tecnologías son portadoras de un cierto tipo de accidente. Nos acercan a un accidente general. Es más, no podemos pensar el accidente nuclear al margen del accidente informático y del accidente genético. Los tres tienen implicaciones mundiales. El tiempo real de las nuevas tecnologías es un tiempo sin relación con el tiempo histórico. Se trata de un eterno presente. La realidad virtual niega el hic et nunc, niega el “aquí” en beneficio del “ahora”. Ya no existe el aquí, todo es ahora. Con la emancipación del presente, del tiempo real o mundial, corremos el riesgo de perder el pasado y el futuro, y convertirlo todo en presente. Este tiempo real está ligado a una velocidad límite que es la velocidad de la luz. Todo esto suena surrealista, pero es lo que nos está pasando y afectando en la actualidad.

La visión de Virilio frente a la técnica es francamente crítica. Estoy plenamente de acuerdo con él: sin libertad para criticar la técnica no hay progreso técnico. Se trata, hasta cierto punto, del pensamiento del Gestell de Heidegger. La técnica es imposición. La tecnociencia ejerce una tiranía sobre cada uno de nosotros. Heidegger vuelve a tener razón: “la ciencia no piensa” (cfr. Carta sobre el humanismo). La ciencia, entre más se aleja de la verdad, más se compromete con la eficacia. Es la razón instrumental de la que hablaba la Escuela de Frankfurt. La cibernética se erige en amenaza para la humanidad. Cibernética viene del griego kubernana que quiere decir “dirigir”. Lo cibernético nos controla. ¿No debería ser al revés? Es la extinción de la antropología, por fin tiene razón Foucault, “el hombre ha muerto”.El problema del poder y de la democracia es planteado por Virilio en relación con la velocidad. El poder al que hace referencia nuestro autor es un poder dromocrático. “La velocidad es el poder mismo" (CPP, 18). ¿Cómo democratizar la velocidad absoluta de las ondas electromagnéticas? Hace falta tiempo y el cibermundo no nos concede esa gracia. Cada vez que se da un progreso de la velocidad se nos promete que la democracia lo seguirá, pero sabemos bien que no es así. La democracia automática elimina la reflexión en beneficio del reflejo. El sondeo es la elección del mañana. Se trata de una democracia virtual, de una democracia teledirigida. La democracia automática sustituye la deliberación por el sondeo de opinión o por la medida de audiencia en la televisión.
        La velocidad nos proporciona qué ver. La velocidad cambia la visión del mundo. Hemos superado la barrera del sonido y la barrera del calor. La primera con el avión supersónico. La segunda con el cohete estratosférico. Pero chocamos hoy con la barrera infranqueable del tiempo real. Por eso Virilio nos habla de una estética de la desaparición. La estética de la aparición es lo propio de la escultura y de la pintura. La estética de la desaparición nace con la fotografía y el cine. La estética es puesta ahora en movimiento. Benjamin lo advirtió en su célebre ensayo La obra de arte en la era de la reproductividad técnica. Ahí nos habló del efecto de choque que sufre el espectador en la sala de cine. Nos habló de la “percepción distraída”. Pero al igual que Heidegger, Virilio piensa que la frase clave la expresó Hölderlin: “allí donde está el peligro, allí crece también lo que salva.” Cada vez que nos acercamos al peligro nos acercamos a la salvación. Esta es la paradoja de la sociedad moderna. Se abre la posibilidad de un accidente general. La velocidad juega un papel determinante en el accidente. Corremos el riesgo de un accidente global. Pero también se abre la posibilidad de salvarnos. Es aquí donde pienso en la alternativa de la ética de la percepción. Volveré sobre esto.

        Virilio juega con la célebre frase del Nietzsche de Así hablaba Zaratustra: “Amarás a tu alejado como a ti mismo”. Las tecnologías de la información nos pueden llevar a amar al que está lejos, “amor a distancia”, y a prescindir del que está cerca, el prójimo. Hoy se prefiere al ser virtual y lejano sobre el ser real y próximo. Ya no es el divorcio el que preocupa, sino el sexo sin cópula. Y todo ello por efecto del cibersexo, de la telesexualidad. “El hecho de estar más cerca del que está lejos que del que se encuentra al lado de uno es un fenómeno de disolución política de la especie humana” (CPP, 48). En beneficio de este cibersexo se ha innovado el olfato. Es posible hoy en la computadora la olorvisión. Ya es posible oler a distancia. Sólo falta el gusto, gustar a distancia. Las sensaciones salen del cuerpo. “El sexo ya no existe, lo ha reemplazado el miedo. El miedo al otro, a lo desemejante, ha prevalecido sobre la atracción sexual” (VL, 149).
        A causa de las tecnologías ultramodernas estamos perdiendo el cuerpo. Perdemos el cuerpo en beneficio del cuerpo espectral. Tanta privación sensorial nos pone en riesgo de perder el cuerpo. “Los medios son la extensión de nuestros sentidos” (McLuhan); “los medios son la expulsión de nuestros sentidos” (Baudrillard); “los medios son la atrofia de nuestros sentidos” (Prado). Estamos perdiendo también la ciudad. La oposición fue centro–ciudad/suburbio. Se prepara ya la oposición entre sedentario/nómada. La domótica es sólo un ejemplo de esto. Es posible, con la casa inteligente, evitar los desplazamientos incómodos. En el nómada de los orígenes domina el trayecto, en el sedentario de hoy prevalece lo virtual y en todo caso, el objeto. Hemos perdido el trayecto y con ello la salud.
        Foucault teorizó sobre el panóptico. Virilio piensa, contra Foucault, que el gran confinamiento no está fechado en el siglo XVIII, sino en el XXI. El Big Brother nos vigila. “Vigilar y castigar” parece ser la consigna. Arribamos a la era de la televigilancia. Se trata de un nuevo tipo de control panóptico. Quien vea todo no tendrá nada que temer de sus competidores inmediatos. Ya lo decía Goebbels: “quien sabe todo no tiene miedo a nada”. Y esto nos lleva a la delación generalizada. Se trata de industrializar la denuncia. “Se inaugura el reino de la ‘delación óptica’, con la generalización de las cámaras de vigilancia...” (BI, 76). A las sociedades del encierro denunciadas hace tiempo por Michel Foucault le siguen ahora las sociedades de control anunciadas por Gilles Deleuze. Está en riesgo la libertad.

        La ecología verde es la ecología de las sustancias. Al lado de esta ecología verde que refleja la contaminación de la naturaleza, existe una ecología gris. Una ecología de las distancias. Es la contaminación dromosférica. La velocidad contamina la extensión del mundo y las distancias del mundo. “Así, la antigua ‘tiranía de las distancias’ entre seres geográficamente dispersos aquí y allá, cede progresivamente el lugar a esa ‘tiranía del tiempo real’...” (VL, 32).
        “Así pues, por un lado, tenemos una guerra en tiempo real, una guerra dirigida desde el espacio por los satélites y los aviones furtivos. Por el otro, una guerra del tiempo real de los medios de comunicación que fomentan el crimen” (CPP, 97). Contra Baudrillard, nuestro autor afirma que la guerra ha tenido lugar de modo efectivo. Lo que caracterizará a la guerra del futuro es que será controlada desde lo alto de los cielos por satélites. Los drones son sólo un ejemplo muy ilustrativo de esta guerra virtual. Los drones son aviones teledirigidos que espían el territorio enemigo. Tuvo razón Kipling: “La primera víctima de una guerra es siempre la verdad”. Nunca podremos saber qué ha sucedido realmente en Afganistán.
        Ante la polémica entre globalizados y localizados, Virilio afirma entusiasta: “Me gusta mucho lo local cuando permite ver lo global y también lo global cuando permite ser percibido a través de lo local” (CPP, 110). Los multimedia niegan la localización. De la era geopolítica pasamos a la era de la cronopolítica. No se trata tanto del fin de la historia como del fin de la geografía. Estamos ya no en el totalitarismo, sino en el globalitarismo. No hay lugar para los excluidos localizados. Quizá por eso convenga llamar al fenómeno globalizador “mundialización”. Situarnos al lado de la izquierda y decirle a las cosas por su nombre: “mundialización”. Esta mundialización tiene que ver tanto con la reducción de las distancias como con la generalización de la televigilancia. La libertad está en peligro y con ella toda la antropología. “De hecho, la famosa ‘mundialización’ exige observarse y compararse, sin cesar, los unos a los otros” (BL, 72). Y ello implica altas dosis de sufrimiento.
        La estética de la desaparición sólo puede ser combatida con una ética de la percepción. Se trata de recuperar el sentimiento estético, el atemperamiento a lo real. En la era del “ocaso de los afectos” (Jameson), de las “intensidades” (Lyotard), de la “estética de la desaparición”, hay que intentar recuperar el cuerpo y los sentidos; quizá hoy por hoy eso sea lo ético. Aunque extraño en la postura de Virilio una incorporación del deber y la justicia en su ética de la percepción, sé que son ideas fuertes —la del deber y la de la justicia—, pero me parecen elementos imprescindibles en el diseño ético. Quizá no las incluyó por parecerle ideales inalcanzables en un mundo rebasado por la velocidad. “Los de adelante corren mucho, los de atrás se quedarán”, ésta es la triste y chabacana verdad.

Bibliografía
Virilio Paul, El arte del motor. Aceleración y realidad virtual, trad. Eduardo Sinnott, Manantial, Buenos Aires, 1996.
Virilio Paul, El cibermundo, la política de lo peor, trad. Mónica Poole, Cátedra, col. Teorema, 2a. edición, Madrid, 1999.
Virilio Paul, La bomba informática, trad. Mónica Poole, Cátedra, col. Teorema, Madrid, 1999.
Virilio Paul, La estética de la desaparición, trad. Noni Benegas, Anagrama, col. Argumentos, núm. 92, 2a. edición, Barcelona, 1998.

Virilio Paul, La velocidad de liberación, trad. Eduardo Sinnott, Manantial, Buenos Aires, 1997.