Certamen Agustín de Espinoza, sj
  La economía regional atrapada
por los procesos de globalización

Rutilio Tomás Rea Becerra
 

  Rutilio Tomás Rea Becerra
Profesor de ITESO en el Departamento de Economía, Administración y Finanzas. Con el presente ensayo obtuvo el tercer lugar en el tercer certamen Agustín de Espinoza, sj, organizado por la UIA Torreón a través de la revista Acequias.

Introducción
Como en todo análisis social, los conceptos de globalización y regionalización suelen implicar posturas diversas que incluso pueden llegar a ser contrarias entre sí. En el presente trabajo se parte de la idea de que la globalización no es un fenómeno que se desarrolla de manera homogénea, ya que existen contradicciones y relaciones de interdependencia entre las diferentes regiones y países. En realidad, representa una transformación —necesidad— del capitalismo mundial, cuyo nuevo orden está sujeto, por lo menos, a dos elementos esenciales: la necesidad de una nueva configuración espacial y una distribución del poder ligado al dominio de los recursos naturales.
      Desde el punto de vista social o cultural, lo anterior no implica que ciertas regiones sean absorbidas totalmente por las transformaciones globales. Realmente las divergencias llegan a fortalecer identidades regionales que se presentan a la par en que se avanza en la integración económica y política internacional. Existen ciertos grupos locales y regionales que rescatan y revalorizan su experiencia histórica, la cual se anula, pues no todos se encuentran involucrados de igual manera en la globalización ni persiguen los mismos objetivos o intereses (véase González, 1996, 9–43).

 

 

   

      De acuerdo con lo antes mencionado, podríamos decir que la globalización es un fenómeno multidimensional que abarca aspectos esencialmente económicos, pero también de carácter político y cultural, lo que conduce a resultados contradictorios, pues por una parte se establecen relaciones y decisiones supranacionales como el Grupo de los Siete (G–7) o la actual guerra antiterrorista; pero por otro lado, se generan reacciones de oposición como los levantamientos armados indígenas en El Ecuador o en Chiapas, los separatismos, los fundamentalismos religiosos o la conformación de bloques comerciales regionales.
      Sin embargo, si insistimos en el punto de vista económico, la globalización debe ser entendida como un nuevo estadio de desenvolvimiento del capitalismo, que requiere de un nivel mucho más alto de regulación internacional de la producción, del intercambio y de la utilización de los recursos naturales a nivel mundial (véase Dabat y Rivera, 1994, 32–33). Precisamente en este marco de transformaciones, ¿cómo debe entenderse la región? Y más aún, ¿cómo se interrelaciona con los procesos de globalización?

 

 

   

Regionalización: un intento de definición
Humberto González señala que “(el) término de regionalización se refiere a una práctica social que lleva a identificar unidades particulares dentro de una unidad socio-espacial mayor. Al regionalizar se definen los elementos que identifican, diferencian y vinculan a las partes dentro de la totalidad” (op. cit., 18).
      Se pudiera entonces entender que la regionalización es parte de un espacio mayor, de manera que su conceptualización es siempre un término relativo, ya que dependerá de la porción determinada de la superficie terrestre a la que se haga referencia. Además, su significado se va modificando a través del tiempo, pues no es un concepto atemporal ni ahistórico. “La región es el resultado de un proceso que vincula en el tiempo y en el espacio a la sociedad, la cultura, el medio ambiente y la historia” (Fábregas, 1992, 31).
      Independientemente del concepto que hagamos de región, existen elementos fundamentales que no se pueden dejar de lado. Estos elementos son:
      Diferenciación. Toda región presenta semejanzas culturales raciales, históricas o étnicas, pero también diferencias que la hacen distintas de otras regiones o territorios vecinos, tanto en sus aspectos naturales (aspectos físicos del espacio geográfico: rural, urbano, selvático, montañoso, etcétera) como socioculturales. Es difícil hablar de diferentes regiones o de interrelaciones regionales sin esta categoría. Pero también el concepto de diferenciación se cumple al interior de una misma región, ya que ésta no es homogénea en su totalidad, existen contradicciones, luchas, clases o grupos sociales, diversos intereses tanto individuales como colectivos. Por ello, en los procesos de integración global las identidades regionales no desaparecen, pero sí pueden ser impactadas por fenómenos externos.
      Articulación. Hace referencia a la interacción de elementos que constituyen la región y que se integran e interrelacionan constantemente. Para Aguirre Beltrán, por ejemplo, las regiones son espacios físicos y sociales dominados por comunidades de intereses que tienden a funcionar como una unidad. “La integración es definida como cambio que resulta del conflicto entre estructuras sociales diferentes, pero que contienen fuerzas tendientes a la unidad” (citado por Fábregas, 1992, 17).
      Jerarquía. Metodológicamente tiene que ver con la primacía que se brinde a uno de los aspectos que confluyen al interior de una región: geográficos, históricos, antropológicos y económicos, entre otros; pero a la vez puede hacer referencia a la parte dominante del análisis regional. Por ejemplo, grupos de dominación, poder económico o político, distribución desigual de la riqueza, etcétera.
      Si definimos a México como una región, habrá elementos que la identifiquen como tal: idiosincrasia, cultura o religión, pero también elementos en su interior que la hacen distinta. Para ejemplificar, Blanca Aguirre establece cuatro regiones territoriales: la zona norte del país, caracterizada por una nueva industrialización que se enfoca a la producción de mercancías para el mercado internacional; la zona metropolitana de la ciudad de México, que sigue representando la región manufacturera tradicional, pero entrelazada con industrias que se renuevan tecnológicamente y mantienen relaciones de trabajo definidas a escala internacional; las regiones petroleras del sureste, especializadas en la producción del hidrocarburo, con un dinamismo acelerado y un acrecentamiento del sector servicios; y la región sur, centrada en desarrollar una industria sin chimeneas (turismo) y una terciarización de la economía (1992, 4-5).
      Aunque el debate acerca de la existencia de los diferentes modos de producción se considera rebasado, en nuestro país hay variadas fuerzas productivas y relaciones sociales de producción, en las que aún subsisten rasgos precapitalistas (comunidades indígenas por ejemplo) y por ende, diferentes maneras de expresión política (democracia formal entrelazada con maneras caciquiles de gobernar).
      Bajo esta perspectiva, la región se constituye por relaciones internas (económicas, políticas, culturales) que pueden quedar subordinadas a relaciones externas. Actualmente ningún sector, empresa o industria puede ser estudiada sin tomar en cuenta las cadenas de abastecimiento, comercialización y financiamiento en las que necesariamente se enlazan los aspectos regionales con los elementos globales. De esto se desprende el concepto de “núcleo empresarial” que algunos autores manejan (Lifschitz y Zottele, 1985, 36), y que con la globalización ha implicado un predominio hegemónico de las corporaciones financieras transnacionales que logran convertirse en el eslabón superior que financia la acumulación de capital a escala internacional.

 

 

   

Conclusiones
La globalización corresponde a una redefinición del sistema capitalista mundial. No es un fenómeno homogéneo, pues afecta de manera distinta a los países y regiones. Desde el punto de vista económico ha implicado el predominio de los movimientos financieros y un papel preponderante de las corporaciones multinacionales. “Se asiste entonces a una disociación creciente entre el poder económico mundializado y el poder político nacional” (Rodríguez, 1997, 65). En esta nueva estrategia del capital, el papel de los estados-nación también se redefine, ya que cada vez controlan menos las variables macroeconómicas. Por ejemplo, “al reducir la inflación a través de políticas de apreciación cambiaria, con altas tasas de interés y políticas contraccionistas que aseguren el superávit fiscal y las condiciones de rentabilidad para atraer capitales, se originan problemas en la esfera productiva y financiera y en el sector externo, que evidencian la transitoriedad de la estabilidad monetaria alcanzada” (Huerta, 1998, 19).
      En este sentido, la liberalización económica, el creciente pago de servicios de la deuda y la política de atracción de capitales para financiar nuestra economía, han conducido al aumento de la dependencia del ahorro externo (préstamos e inversiones extranjeras), y en cada crisis de deuda se han otorgado mayores concesiones al capital financiero internacional para postergar pagos y obtener créditos más altos (Ibid, 13).
      Así, para algunos autores “(el) papel de los estados-nación es como el de las municipalidades: proveer la infraestructura y los bienes públicos que los hombres de negocios necesitan a los más bajos costos” (Rodríguez, op. cit.)
      Sin embargo, en este proceso existen configuraciones regionales distintas, pues la globalización no se desarrolla de manera homogénea. Incluso, hay elementos de oposición como los separatismos, los bloques económicos y los nacionalismos.
      Al ser la regionalización una práctica social que identifica unidades particulares de un espacio mayor, pero en las que se dan diferenciaciones internas, habrá subregiones que se adapten o sean dominadas por el proceso global, pero habrá otras que se opongan y resistan con su propia identidad. Por ejemplo, en nuestro país se están dando formas de organización empresarial de pequeños productores y artesanos pertenecientes a diversas etnias, que se integran en una organización denominada Comercio Justo, México, A.C., cuyo objetivo es lograr una alta participación en el mercado interno bajo condiciones, precisamente, justas. Otro ejemplo es el caso de la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), que ya ha sido reconocida legalmente y exporta a los países del norte, rompiendo con el predominio de los intermediarios. Y desde el punto de vista político, está la identidad étnica de la lucha armada en Chiapas.
      “De aquí que pueda afirmarse que los trabajadores, la población en general, serán lo último, si acaso, que pueda (desregionalizarse), y lo único, al menos, que tendrán que seguir controlando los Estados nacionales por más dependientes que lleguen a ser de los grandes mercados y de la economía internacional” (Ibid).

Bibliografía
Bassols Batalla Angel, Lucha por el espacio social, UNAM, México, 1996.
______, “Del México grande al México pequeño: las regiones medias”, Cuadernos de estudios jaliscienses, núm. 7, El Colegio de Jalisco/INAH, 1992.
Dabat Alejandro (coordinador), México y la globalización, UNAM, México, 1994.
De la Peña Guillermo, “Los estudios regionales y la antropología social en México”, en Pérez Herrero Pedro, Región e Historia en México, Instituto Mora-UNAM, México, 1991.
Fábregas Puig Andrés, “El concepto de región en la literatura antropológica”, Cuadernos Ocasionales, Instituto Chiapaneco de Cultura/Gobierno del Estado de Chiapas, 1992.
González Chávez Humberto y Arroyo Alejandre Jesús (compiladores), Globalización y regionalización, el occidente de México, Universidad de Guadalajara, 1996.
Huerta Arturo, La globalización, causa de la crisis asiática y mexicana, Diana, México, 1998.
Lifschitz Edgardo y Zolette Allende Anibal (coordinadores), Eslabonamientos productivos y mercados oligopólicos, UNAM, México, 1985.
Ramírez Velásquez Blanca R., “Modernización y restructuración territorial”, Ciudades, año 4, núm. 13, enero-marzo, México, 1992.
Rodríguez Araujo Octavio, “Mundialización económica ¿nuevo imperialismo?”, Este País, núm. 70, enero 1997.