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Mariana Ramírez Estrada
Licenciada en Ciencias Humanas por la UIA Torreón y colaboradora en el Centro de Difusión Editorial de la misma. |
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A partir del título de la obra que hoy presentamos, La Gioconda en bicicleta, empezamos a dejar volar el pensamiento hacia los 26 textos que dan cuerpo a este encuentro con la imaginación que Guillermo Samperio (México, D.F., 1948) nos ofrece.
Después de leer estos textos no puedo encasillarlos en el envase de los géneros; pertenecen a la narrativa, sí, pero delimitarlos sería errar. Yo diría que a través de estos conjuntos de lenguaje bien hilado, el autor nos ofrece sensaciones, momentos, sueños, emociones, instantes e imágenes tan específicas como abarcadoras.
En estos 26 "instantes", encontramos cortos y largos entramados, pero en todos, con seguridad, tenemos la oportunidad de asistir a una afortunada armonía conciliatoria entre imaginación y estructura, entre lo que se cuenta y la manera en que es contado, entre el famoso dúo forma y contenido.
Como bien se sabe, Samperio es portador de una herencia millonaria por parte de dos julios, Torri y Cortázar, así como de la derivada del inolvidable Juan José Arreola. Sin embargo, las arcas que Samperio ha recibido como lector incansable de sus "maestros" no han permanecido estáticas, porque él se ha empeñado en acrecentarlas palabra a palabra.
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Con la sinceridad que mi declarado hábito de lectora me otorga, afirmo que no es común encontrarse con un escritor que dé a su imaginación un formato construido con verdadera habilidad en el manejo del lenguaje, y en La Gioconda en bicicleta lo tenemos manifiesto: razón suficiente para acudir puntualmente a la cita con estas páginas.
Por una atracción particular, de los 26 textos hay algunos que me atraparon, sin -debo mencionarlo- tratarse de instantes continuos, y tal vez, ni siquiera relacionados. Más bien son islas de la imaginación que están abastecidas con su propio tesoro.
Si es posible clasificarlos, simplemente podría llamarlos "muy breves", al igual que el acto de abrir y cerrar los ojos; "breves", al igual que el aire que provoca el suspiro, evidencia de un recuerdo; y "extensos", como un episodio significativo en la vida.
De los primeros destaco el que inaugura el libro, "El hombre que recogía los vasos", hombre que vivía al día, de restaurante en restaurante, ejecutando un espectáculo clandestino, ganado aplausos y patadas, hasta perderse, como de "... costumbre en las primeras sombras de la noche" (p. 14).
"Plagas" es un texto sorprendente porque nos revela la presencia de unos rígidos invasores, que al igual que los insectos con los que cohabitamos, gozan de nuestro solapamiento: los dejamos entrar, permitimos que deambulen por la casa y cuando ya nos rebasan en número y ocupación de espacio, siendo benévolos, los desterramos a un rincón aparte; pero si la resolución es radical, los lanzamos a la calle sin piedad.
Finalizando con este primer bloque arbitrario, "Minimalia" nos brinda una profunda reflexión de calibre filosófico, pero con el sabor de la creación literaria. Es como un viaje de lo micro a lo macro, y en medio de la travesía, la infancia -vivencia individual- y después, al cerrar el texto, todo el género humano en su justa medida.
En cuanto a los textos que he calificado como "breves", "Cuarto de hotel" constituye un variado muestrario de sensaciones, visiones y sentimientos, que no sólo quedan en la experiencia de ser inquilinos de un sitio multiocupado por quién sabe quien, sino que va más allá, ahondando en los instantes de encuentro con el propio yo.
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"El círculo del compromiso" es otra grata reflexión: el compromiso, cosa por demás seria y formal, no pierde su sobriedad en este texto poblado por arquetípicos dedos, manos, bocas y cuerpos que adquieren literalmente categorías mayúsculas o minúsculas, según el grado de compromiso representado por una sortija especial.
Cerrando este bloque coloco un texto al que sí reconozco emparentado con el cuento, "Vandálica, la CINJU (Central Independiente de Juguetes)". Se trata de variados juguetes agrupados en las filas de una organización equivalente a un sindicato defensor. Y por supuesto, a la par que en estas organizaciones, la CINJU también cuenta con un antagonista, el subprocurador de Divertimentos y Juegos de Hojalata (DJH). Muñecos de casco rojo y pantalón verde, muñecas desvestibles y robots defienden su integridad en esta inusitada historia -me atrevo a decir- infantil.
De los textos "extensos", últimos en esta personal clasificación, "Otro amor, Aurelia" puede considerarse una muestra de la llamada prosa poética. Aurelia es el motivo para que don Humberto escriba y sea el destinatario de misivas que nos involucran en una relación amorosa que de ninguna manera es usual: son el hombre y la mujer maduros, pero a pesar de ello, sujetos a las contingencias provocadas por amar a alguien. Aurelia es para don Humberto un "querido oro" y así queda el brillo de este texto en nosotros.
"Ziska y los viajes" quizá es el cuento más largo del libro y también, uno de los mejor logrados, porque no sólo se trata de un viaje geográfico, sino de un tránsito hacia las diferencias: la primera es de género, Ziska es una mujer; la otra, se relaciona con la impresión a primera vista, radicalmente modificada al conocer un pasaje que lanza a la misma protagonista a posibilidades que nunca había percibido en ella. Al final, una fotografía de revista es la conexión entre el viajero y lo conocido en el viaje, encarnado también en el fetichista signo de un guante negro portado por Ziska.
"La Gioconda en bicicleta", texto que da nombre al libro, tiene algunas similitudes con "Ziska y los viajes": también aborda el tema del viaje, en el que Giovanna es la figura femenina triunfante después de todas las travesías. Este texto cumple lo mismo que una bitácora: está compuesto por los hechos más importantes que el narrador vivió por Europa. En su memoria conviven lo mismo un juicio en Portugal, un tren que extravía su ruta en Gales, el hotel hindú en Inglaterra, el amigo poeta italiano Carlo Carlucci, la huelga de pensionados, los inolvidables momentos con Giovanna en el hotel California de Barcelona, pero sobre todo "el instante brevísimo y perdurable en el que la joven florentina [la mismísima Gioconda en bicicleta] pasaba armoniosa en su bicicleta frente al Duomo morisco..." (p. 184).
Hay otros dos textos que debo mencionar: "Una carta más a Julio Cortázar" y "Los poetas malditos de la subsecretaría" por su convivencia cercana al traer a la escena protagónica a escritores latinoamericanos tan relevantes como el mismo Cortázar y Gabiel García Márquez. En ambos textos creo percibir un sabor anecdótico, cuestión que sólo Guillermo Samperio nos puede comprobar; los dos tienen una serie de eventos que nos llevan a la risa abierta, porque imaginamos fotográficamente las situaciones narradas: en "Una carta más a Julio Cortázar" hay dos julios Cortázar, uno es el argentino de los cronopios y famas; el otro, un político chihuahuense, contendiendo en elecciones; estoy segura que al escritor le hubiera gustado conocer al político y los privilegios que su condición de ser portadores del mismo nombre le concedió al autor del texto. Por su parte, en "Los poetas malditos de la subsecretaría", trabajan en una dependencia de gobierno Gabriel García Márquez, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán y Rosario Castellanos, quienes en su calidad de burócratas son el centro del escarnio de los demás compañeros, pues ninguno, en su personalidad, cuenta aunque sea con un tenue reflejo de sus homónimos, pero al final de cuentas son buenas personas: su igualdad de nombres los une y fortalece, son una minoría.
Hasta aquí la oportunidad de compartir con ustedes mi experiencia al atravesar las páginas de La Gioconda en bicicleta. Sólo me resta confiarles que este paseo abrió mis sentidos, aguzó mi gusto literario y, por supuesto, me dejó la inquietud por regresar en otros momentos a una nueva visión de los textos, cosa que, estoy convencida, sólo puede lograr una auténtica expresión creativa.
* Texto leído en la presentación de La Gioconda en Bicicleta, ICOCULT, 9 de noviembre 2001.
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