No sólo
por hambre
come
el hombre
Vicente de Alba Monroy

  VICENTE DE ALBA MONROY
Médico con especialidad en Pediatría y diplomado en Nutrición. Especialista en docencia universitaria y maestro en Educación. Académico de las Iberos ciudad de México y León. Durante diez años fue coordinador de la Licenciatura en Nutrición y Ciencia de los Alimentos y actualmente es director del Departamento de Ciencias Básicas en la UIA León.

Los adecuados o inadecuados hábitos alimentarios son el resultado de la interacción de múltiples factores: sociales, económicos, emocionales y culturales. En varias etapas de la vida, como es el caso de la adolescencia, los factores psicológicos llegan a constituirse en la influencia más importantes sobre los hábitos alimentarios. La comida no sólo tiene valores nutritivos, también se utiliza como premio y castigo; llega a ser un sustituto del amor, la seguridad y los sentimientos de pertenencia; así, cada persona consume una dieta particular y tiene sus propios hábitos alimentarios, definidos como una disposición adquirida por actos repetidos bajo el impulso de la necesidad de comer.
      Saldaña y García en 1985 argumentaron que los pacientes obesos poseen estilos de comer que se caracteriza por: 1. consumir tan aceleradamente los alimentos que reciben el mensaje de saciedad muy tarde, es decir, después que han ingerido una gran cantidad de alimentos; 2. basan el consumo de alimentos en estímulos externos, tales como olor, color y sabor; 3. poseen ideas irracionales sobre la obesidad y sus tratamientos, por ejemplo, "estar gordo es signo de buena salud y fortaleza" o "un tratamiento es bueno si se adelgaza rápidamente".
      Mahoney (1985) y Ryden y Johnson (1990) indicaron que la ansiedad parece jugar un papel central en la conducta de ingesta. Ante esto no resulta extraño que al estado de obesidad se asocien algunos trastornos de ajuste psicológico como depresión, ansiedad, bajo autoconcepto, agresividad, propensión a las conductas adictivas e hipersensibilidad en las relaciones interpersonales, entre otros.
      De lo anteriormente señalado se desprenden varias consideraciones:
      a) El hombre no come sólo por hambre, sino también por impulsos de una serie de circunstancias emocionales y sociales. Por ejemplo, para muchas personas existe la costumbre de realizar tres comidas diarias, se tenga o no hambre.
      b) Cada persona actúa en forma diferente respecto de lo que come y de la manera en que lo hace. Por ejemplo, mucha gente acostumbra pan dulce en el desayuno, pero hay quien tiene predilección por las conchas y otros por las corbatas.
      c) Los hábitos de cada persona se ajustan a sus vivencias y necesidades psicológicas y a las normas de la sociedad. Esto significa que aveces se come más o menos según se esté triste o alegre y de manera diferente si se está a solas o acompañado.

 

 

 
 

      El conocimiento profundo sobre la naturaleza de los hábitos y de la forma en que se generan y evolucionan, es la piedra angular para comprender la conducta alimentaria y modificarla en caso necesario. Para abordar el estudio de los hábitos y las costumbres se han empleado diversos enfoques y modelos. Los factores que se han detectado como determinantes de los hábitos alimentarios son numerosos y pertenecen tanto a la fisiología y psicología del individuo como a su entorno familiar, social y físico.
      Muchas de las ideas que se asocian con los alimentos y el acto de comer son vestigios de la infancia. Cada persona aprendió a comer la cantidad de alimento que le permitió crecer y desarrollarse en buen estado de salud, pero algunas ideas y emociones asociadas a ellas pueden ser en este momento más un bloqueo que una ayuda.
      Para modificar los hábitos alimentarios y que éstos sean los adecuados, en primer término debe ocurrir un cambio de actitud frente al alimento, proporcionándole el lugar que le corresponde para tratar de disminuir la carga emocional y modificar en lo posible el sustituto simbólico.
      Son numerosas las teorías acerca de la forma en que las personas aumentan de peso sin importar los riesgos para la salud y el estigma social que la obesidad conlleva. En el momento actual la obesidad constituye un serio problema de salud pública en sociedades occidentales. Esta enfermedad ha alcanzado cifras epidémicas en Estado Unidos, así como en muchos países europeos y latinoamericanos, entre ellos México. La frecuencia en nuestro país se ha reportado con valores que oscilan del 21 al 60%.
      La tecnología moderna nos ha afectado de tal manera que comemos más y nos movemos menos. Estamos rodeados de comida, desde los alimentos comercializados que necesitan escasa preparación, hasta los establecimientos de servicio ultrarrápido. La mayoría preferimos estar sentados que de pie, transportarnos en un vehículo que caminar.
      Quizá la idea más importante que se debe recordar es que no existe razón alguna por la cual un sujeto coma demasiado y otro no. No hay una sola característica psicológica, que identifique al obeso, como tampoco un rango (genético, glandular o celular) que sea exclusivo de ellos.
      Si se quiere bajar de peso y permanecer delgado, las dietas por sí mismas no son la solución. Mientras más peso tenga que perder y más tiempo haya estado obeso, menos probabilidades tendrá de adelgazar sólo con una dieta.

 

   

 

      La solución más prometedora al problema del sobrepeso y de la obesidad, es darle un enfoque integral. Entre ellos, el enfoque psicológico ayuda a que se centre en los hábitos que conducen a la obesidad, en vez de fijar la atención únicamente en determinados alimentos, haciendo hincapié en las facetas de nuestra conducta que han sido aprendidas.
      Si en un tiempo se aprendió a comer de manera determinada y ésta lo hizo engordar, ahora puede aprender nuevas formas que lo harán adelgazar: la pérdida de peso será una consecuencia automática de un cambio en sus hábitos alimentarios.
      El alimento es esencial para vivir, es imposible prescindir completamente de él; y como ingerir alimentos es algo agradable y la conducta al respecto puede tener sus raíces en aprendizajes que abarcan diferentes aspectos, es muy difícil y penoso dejar de comer en exceso. Sin embargo, ya que el hábito de comer en mucho es un acto aprendido, es posible reaprender a hacerlo de manera adecuada, de modo que el individuo pueda satisfacer sus necesidades físicas y emocionales sin ponerse obeso.
      Aunado a lo anterior, se debe practicar algún tipo de ejercicio con regularidad, porque se ha comprobado que con el paso del tiempo esta actividad no sólo disminuye el riesgo de la obesidad, sino que además disminuye los factores de riesgo coronario, incluyendo la hipertensión y la elevación de las grasas en la sangre.