Zubiri y Bergson:
inteligencia sentiente e intuición de la duración
Javier Prado Galán, s.j.
 

  JAVIER PRADO GALÁN, s.j.
Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el Instituto Libre de Filosofía, A. C., licenciado en Teología por el Colegio Máximo de Cristo Rey, maestro en Filosofía por la UIA ciudad de México y candidato a doctor en Filosofía por la UNAM. Ha publicado Globalización y ética: moral indolora y disolución de los valores, Efectos sociales de la globalización, Ética, profesión y medios. La apuesta por la libertad en el éxtasis de la comunicación, Ética sin disfraces. Una aproximación a la antropología, la cultura y la ética de nuestro tiempo, este último, coeditado por la UIA Torreón en conjunto con los demás planteles del Sistema UIA­ITESO.

Cuando uno lee en Cinco lecciones de filosofía de Zubiri la lección sobre Bergson, se queda uno con la impresión de que Zubiri sentía una especie de devoción hacia el filósofo del élan vital. La exposición que ejecuta de la llamada intuición de la duración de Bergson es por demás elogiosa. Alcanza uno a ver cierta inspiración de ella en la teoría de la inteligencia sentiente. Este ensayo pretende subrayar más las convergencias que las divergencias entre ambas epistemologías y entre ambas metafísicas. Pretende comparar la idea de la intuición bergsoniana con el sentir inteligente zubiriano. Pretende cotejar la idea de dureé bergsoniana con la noción de realidad zubiriana. Quizá al final quedemos con la convicción de que más que tener que elegir entre una u otra versión de la epistemología y de la metafísica, habría que repensar ambas filosofías para conseguir una propia.
      Bergson quiso disolver la dicotomía sujeto-objeto con su insistencia en la intuición. La palabra intuición, el mismo Zubiri lo observa (ver Cinco lecciones...), proviene de intus que significa "dentro". Este colocarse el individuo dentro de la cosa es lo propio de la intuición. No se trata de situarse fuera de las cosas para intuirlas, sino de introducirse de ellas. Tal concepción se opone frontalmente a la inteligencia conceptual propugnada por la filosofía occidental. La inteligencia se la vive en elaborar conceptos. Y esto no es despreciado por Bergson, siempre y cuando el punto de partida sea otro: la intuición de la duración.

 

 

 

      Para explicar este concepto -Bergson solía decir que un filósofo se pasa toda la vida tratando de explicar una sola idea- el filósofo francés recurre al ejemplo de las campanadas del reloj y al del terrón de azúcar. Hacemos referencia al primer ejemplo para ilustrarnos. Una persona está pacientemente escribiendo una carta y oye a lo lejos las campanadas de un reloj. La campana repicó cuatro veces. Cae en la cuenta de que el reloj ha sonado, pero no sabe a ciencia cierta qué hora es, cuántas campanadas sonaron. Sólo es consciente de que percibió una melodía. Pues bien, en este ejemplo podemos apreciar dos tiempos: el tiempo medido de las cuatro campanadas que escapó a la conciencia de nuestro hombre y el tiempo real de la percepción de la melodía. Este tiempo real revela la intuición de la duración. El sujeto ha quedado afectado por la persistencia de lo pasado en el presente, por la refluencia de las campanadas oídas como melodía en esa toma de conciencia hecha en el presente. Es el tiempo psicológico. El sujeto ha quedado metido, entreverado, en los sonidos escuchados. Y este tiempo es el fundamento del tiempo sucesivo de la física que consiste en contar y medir. El tiempo es pasar, y esto significa que ninguna de sus partes está todavía allí cuando otra se presenta. Y la esencia de la durée de la conciencia es lo contrario a la mera determinación, es libertad.
      La intuición bergsoniana es inmediata, simpática y activa. La tesis doctoral de Bergson trató acerca los datos inmediatos de la conciencia (Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia). Entre el sujeto que intuye y lo intuido no median conceptos. La aprehensión de la cosa en duración es inmediata. Además, se establece una especie de simpatía entre quien intuye y lo intuido. Y, por último, la intuición exige un esfuerzo por convivir con la cosa que tiene delante. Sin embargo, es preciso añadir que la intuición no recae sobre cosas sino sobre su durée. La intuición nos ayuda a comprender el movimiento real. La inteligencia conceptual fracasa al tratar de hacer esto último. De hecho, en la humanidad de la que formamos parte, la intuición está casi completamente sacrificada a la inteligencia:1 urge volver a la intuición.2

 

 

 

      Esta durée tiene como características precisas la "variedad cualitativa" distinta en cada caso que hace de la cosa en duración algo singular. También se distingue por la "continuidad de progreso" que nos lleva a intuir cosas que no estamos intuyendo de momento y que, por tanto, denota creatividad. Finalmente, la durée posee una "unidad de dirección" propia de cada cosa. Los conceptos se montan entonces sobre esta duración. Se trata de fabricar para cada intuición algo a su medida. Tarea harto difícil, pero que constituye una promesa de libertad. La duración se emparienta con la memoria, mejor dicho, con la persistencia de lo pasado en el presente en proyección hacia el porvenir.
      La verdad filosófica bergsoniana es la coincidencia entre la intuición y la duración y no la mera adecuación de la idea con el objeto externo. Esto sería sólo inteligencia. Se trata de encontrar simpatía con la cosa.
      Queda sólo un problema por resolver. Si la durée es de índole psicológica, ¿dónde quedan entonces las cosas allende la conciencia? Bergson asegura que esta durée está tanto en el espíritu como en la materia. Todas las cosas son en una cierta durée. En la intuición de nuestra propia durée nos está dada la durée de las cosas. La filosofía no se limita al espíritu sino que abarca todo, incluso la materia. Zubiri lo dice magníficamente: "La realidad consiste precisamente en esa interna movilidad que es la durée".3 Queda la pregunta de si Bergson defendió que detrás de la durée no hay cosa que se mueva. Parece decir que la cosa es cambio puro. Zubiri disiente al respecto (ver Cinco lecciones...)
      En la teoría de la inteligencia sentiente sobresale también una crítica al conceptualismo o a la llamada inteligencia concipiente, la elaboradora de conceptos, por parte de Zubiri. Hoy buena parte de la filosofía se enfrenta al llamado logocentrismo por Derrida, y Zubiri no es la excepción. Zubiri, recurriendo igual que Bergson a la biología, constata que el hecho epistemológico original -la aprehensión primordial de la realidad- es sentiente y a la vez inteligente. La realidad es, para Zubiri, el de suyo, una formalidad que tienen las cosas en sentido de pertenencia. La realidad no es, entonces, la existencia allende la intelección. Y esta realidad la encontramos en las cosas fuera de nuestra mente y en nuestra mente en el acto intelectivo originario. A partir de este acto intelectivo originario es posible construir conceptos, juicios y silogismos. Pero este logos y esta razón serán inevitablemente de índole sentiente. Por tanto, podemos decir para sintetizar, que en Zubiri la epistemología es cuestión de inteligencia sentiente no de "logificación de la inteligencia". Y la metafísica es cuestión de realidad como de suyo y no de "entificación de la realidad". El ser viene después de la realidad y es mera actualización de lo real en el mundo.

 

      Zubiri, al igual que Bergson, gusta de ilustrar su teoría con ejemplos accesibles. El del "calor calentante" se ha vuelto célebre. El animal, ante el calor que calienta, reacciona estimúlicamente. El ciclo "suscitación, modifación tónica y respuesta" se cierra automáticamente. Al estímulo corresponde una respuesta. En esto coincide con Bergson: el animal encuentra, el hombre busca. El hombre, ante el calor que calienta, suspende la respuesta. Y la suspende porque capta este calor con el carácter de suyo, como perteneciéndole al fuego o a la llama. El ciclo "inteligencia, sentimiento y volición" no se cierra, queda abierto. El hombre es una esencia abierta: actúa "para ser real" y no "por ser real".
      La realidad tiene tres caracteres precisos. Es actualidad, prius y en propio. Es actualidad porque simplemente se presenta en el mundo y en la intelección. No consiste en un paso de la potencia al acto. Es prius porque posee anterioridad ontológica respecto a la intelección. Primero está ahí con su carácter de suyo, después se actualiza en la intelección. Y es en propio porque posee sus notas en calidad de pertenencia al todo, a la cosa entera.
      La verdad en Zubiri, al igual que en Bergson, no consiste en la adecuación de la idea al objeto. Esto pertenece al ámbito de la inteligencia concipiente que es posterior y secundario respecto de la inteligencia sentiente. La verdad es mera ratificación. Es decir, la ratificación de la actualidad de la cosa real en la intelección es la verdad real. La adecuación del concepto a la cosa es la verdad dual. Empero no debe entenderse dicha ratificación como una afirmación "concipiente" de que la cosa está ahí y es, por tanto, mesa, casa, árbol. Se podría decir que dicha verdad real coincide con la aprehensión primordial de realidad.
      Llega el momento de efectuar el parangón. Ya hemos señalado muchas de las convergencias entre Bergson y Zubiri. Su crítica al logocentrismo. Su recurso a la biología. Su insistencia en la superación del dualismo sujeto-objeto. Su pretensión de que la verdad no es mera adecuación o conformidad. Veamos ahora los puntos de discrepancia entre ambos filósofos.
      Bergson parte del análisis del tiempo psicológico para llegar a su idea capital de la intuición de la duración. Zubiri, en cambio, analiza la diferencia entre el enfrentamiento animal y el humano para distinguir entre el sentir estimúlico y el sentir inteligente. El punto de partida zubiriano es el análisis del sentir. Ambos llegan a valorar el aporte de lo sentiente. Zubiri con su recurrente idea del sentir inteligente y Bergson con su énfasis puesto en la intuición.
      La realidad zubiriana, y este es un punto toral, parece estática. En cambio, la duración bergsoniana es claramente dinámica. Zubiri escribió Estructura dinámica de la realidad con la intención de poner al descubierto el carácter dinámico de su realidad. En dicho texto lo define como dar de sí. El de suyo da de sí. Esta idea de dinamismo de la realidad es puesta en clara contraposición con la idea aristotélica del movimiento. Vuelve a coincidir con Bergson. Es sabido cómo el filósofo francés acuñó la durée a partir de la crítica al llamado tiempo físico aristotélico, tradicionalmente definido como "el número del movimiento según un antes y un después".
      La realidad zubiriana es el trascendental por excelencia. Todas las cosas reales coinciden en su carácter de suyo. Hay otros dos órdenes de cosas: el mundo de lo "arreal" que es el mundo de los estímulos y de las quimeras. Y el mundo de lo "irreal" que es lo propio de las posibilidades y de los proyectos. ¿Dónde queda entonces la singularidad, la individualidad de lo real? Tómese en cuenta que la intuición bergsoniana conoce lo singular, claro, lo singular en movimiento. La inteligencia sentiente ¿conoce acaso lo singular? En principio sí. El logos y la razón se encargan de lo común, de lo plural. La inteligencia sentiente conoce lo singular, lo individual. De hecho, en Sobre la esencia, Zubiri asegura que las esencias son físicas e individuales. La esencia específica es sólo un "momento" de la esencia individual. Por tanto, aunque lo real sea un trascendental, no cabe duda que Zubiri está pensando en una intelección sentiente de lo singular.
      Tal parece entonces que ambos filósofos están más cerca de lo que pensamos al iniciar estas reflexiones. Muchas indagaciones van quedando en el tintero. Pero ha sido un verdadero placer transitar por estos entramados conceptuales que, sin dejar de ser conceptuales, critican el logocentrismo de la cultura occidental. Lo mismo que de Zubiri se afirma en tono nostálgico -"estamos ante el último de los metafísicos"- habrá de afirmarse con Paul Valéry de Bergson: "Bergson parece pertenecer ya a una época pasada, y su nombre es el último gran nombre de la historia de la inteligencia europea."4


1 Bergson H., "La evolución creadora", en Oeuvres, Edición del Centenario, PUF, París, 1959, pp. 721­722.
2 Bergson hace notar cómo el elán vital se ha ramificado en dos grandes expresiones de vida: los artrópodos y los vertebrados. Los artrópodos y los vertebrados se enfrentan al medio ayudados por el instinto. Pero entre los vertebrados ha surgido la especie humana que se define por su inespecialidad. Por eso echa mano de la inteligencia para enfrentarse a las cosas. Entre el instinto y la inteligencia, esta última castrante para Bergson, emerge la intuición.
3 Zubiri X., "Lección IV. Bergson", en Cinco lecciones de filosofía, Alianza, Libro de bolsillo, Madrid, 1980, p. 199.
4 Citado por Chacón Fuertes P., Bergson, Editorial Cincel, Serie Historia de la Filosofía, No. 43, Madrid, 1988, p. 204.