Itinerario
de Fervor de Santa Teresa | ||||
Jaime Muñoz Vargas |
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JAIME MUÑOZ VARGAS
Licenciado en Ciencias de la Información y candidato a maestro en Historia. Investigador en el Archivo Histórico y coordinador del taller literario de la UIA Torreón. Ha publicado, entre otros, El augurio de la lumbre, Pálpito de la sierra tarahumara y El principio del terror. |
Con esta novela Jaime Muñoz Vargas ganó en la última edición del Concurso Nacional de Novela "Jorge Ibargüengoitia" convocado por el Instituto de Cultura de Guanajuato. Recibió el reconocimiento el pasado 4 de octubre, motivo por el cual Acequias felicita a uno de sus más cercanos colaboradores. Los estímulos para la invención pueden
ser, por lo menos en apariencia, insignificantes,
y esto quiere decir que en ocasiones una microscópica chispa logra detonar
explosiones de considerable tamaño. Escribí
Fervor de Santa Teresa gracias al golpe propiciado
por una fotografía, la de diez sujetos que
nos miran orgullosos desde una plataforma de ferrocarril. La vi en julio, agosto o
septiembre de 2000, no recuerdo con precisión, pero
con nitidez vive en mi memoria el impacto casi narcótico que poco después me impulsaría
a escribir una ficción cuyos actores posan
desde el pretérito en aquella imagen, para mí,
memorable. Cuando hice el primer escrutinio de la foto, le comenté a Sergio Antonio
Corona, mi compañero de trabajo en el
Archivo Histórico de la UIA Torreón, que detrás
de dicha imagen se escondía un artefacto
literario. En tal momento yo no sabía de qué
tipo ¿cuento, novela?, pero de inmediato
estuve seguro de que la foto era un punto de
partida extraordinario, la catapulta de un relato
que con el tiempo cuajó sin refrigerar.
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¿Qué me propongo con Fervor...? Que yo sepa, nada de trascendencia, salvo entretener, jugar con las palabras, inventar, divertir un rato a los piadosos lectores que en el futuro se animen a encarar este pequeño mecano de palabras. Tal vez algún despistado encuentre cierto encanto al escuchar con sus ojos el tono de este relato adrede escrito deficientemente. He allí el juego. La idea de corrección escrita es violentada hasta sus penúltimas consecuencias. Si escribir bien es escribir como académico de la lengua -lo cual, hablo en serio, no es tan difícil-, escribir bien en literatura no necesariamente es escribir con corrección. En contextos determinados por el ludismo y la osadía, escribir mal, muy mal, puede significar escribir bien, muy bien, o sea eficazmente. Con esto no me estoy refiriendo a Fervor..., por supuesto, sino a la común necesidad literaria de revolcar el español, de zarandearlo y exprimirlo para que diga con sonoridad diferente lo que de una manera correcta no podría. Y aquí recuerdo a mi gordo Lezama: "¿Lo que más admiro de un escritor? (...) Que destruya el lenguaje y que cree el lenguaje"; o al Octavio Paz de "Las palabras", ese flechazo ya legendario y ars poetica contenida en una cápsula: Dales la vuelta,
Sin aspirar a tanto y sin obedecer del todo los violentos imperativos del Nobel mexicano, Fervor... deshuesa a su modo la sintaxis correcta y quiere diseñar, con lenguaje rupestre, un paraestilo presuntamente elegante, supuestamente persuasivo pero fallido en tanto se ciñe al propósito esbozado en el prólogo de la narración. En otras palabras, el estilo de Fervor... -acaso su única gracia, si es que tiene una- pretende embonar con el proyecto general del relato apegado lo más posible a la prescripción de Vargas Llosa en sus Cartas a un joven novelista: en literatura, el estilo eficaz no depende de lo que reglamenten los excelentísimos señores de la Real Academia, sino de la especificidad de lo narrado, como si a cada historia le correspondiera un determinado manejo de los instrumentos verbales. Por otra parte, mi novela es tan corta que si traigo cualquier párrafo prácticamente adelanto el bocado completo. Mejor esperar a que la benevolencia de la imprenta haga el favor, y cuando eso suceda entonces sí callar, no defenderla nunca más y anhelar en secreto que los lectores no bostecen como hipopótamos a la mitad de mi Fervor... Torreón, 1, noviembre y 2001. |