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JAVIER PRADO GALÁN, S.J.
Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el Instituto Libre
de Filosofía, A. C., licenciado en Teología por el Colegio Máximo
de Cristo Rey, maestro en Filosofía por la
UIA Santa Fe y candidato a doctor en Filosofía por la
UNAM. Ha publicado Globalización y
ética: moral indolora y disolución de
los valores, Efectos sociales de la globalización, Ética, profesión y medios.
La apuesta por la libertad en el éxtasis de la comunicación, Ética sin
disfraces. Una aproximación a la
antropología, la cultura y la ética de nuestro
tiempo, este último, coeditado por la UIA Laguna en conjunto con
los demás planteles del Sistema
UIA-ITESO. |
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¡Creedme, hermanos míos, (ese Jesús
hebreo) murió demasiado pronto! ¿Se hubiera retractado
de su doctrina si hubiese vivido hasta mi edad?
¡Era bastante noble para retractarse!
Zaratustra/Nietzsche
El libro El anticristo1 aparece en 1888, un
año después de la Genealogía de la moral
libro de referencia ineludible para comprender la posición nietzscheana sobre la moral, y
un año antes del desvarío definitivo de
este filósofo, cuyo centenario celebramos el
año pasado. Se trata de una imprecación contra
el cristianismo. Nos toca a nosotros descifrarlo.
MORAL ARISTOCRÁTICA VS MORAL DE RESENTIMIENTO
Nietzsche desarrolla su moral aristocrática
en oposición a la moral del resentimiento
del cristianismo. Esta génesis se despliega en
toda su magnitud en Genealogía de la moral.
La moral aristocrática nietzscheana concibe
lo bueno como todo lo que eleva el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder
mismo en el hombre. Por tanto, concibe como lo malo todo lo que procede de la debilidad.
La felicidad será el sentimiento de que el
poder crece. Se presienten aquí las
resonancias spinozianas. El vicio es la compasión
activa con todos los malogrados (A, II28).
De inmediato se advierte que lo opuesto a la moral aristocrática es la moral de
resentimiento. La moral del resentimiento, la
moral judeocristiana, representa para Nietzsche la frontal oposición a la moral aristocrática.
El filósofo afirma que "uno pierde
fuerza cuando compadece" (A, VII31). La
compasión nos lleva a entregarnos a la nada.
El cristianismo constituye una forma refinada de nihilismo. Aunque también es
necesario señalar que Nietzsche, siempre
contradictorio, llega a afirmar en Más allá del bien y
del mal que "el hombre noble, él también,
viene en ayuda de los desgraciados, no por compasión, o casi no por compasión, sino más
bien por un impulso que crea la superabundancia de
fuerzas".2
La moral aristocrática que preconiza Nietzsche emparienta con el
escepticismo. "...los grandes espíritus son escépticos.
Zaratustra es un escéptico. (...) El estar libre
de toda especie de convicciones... 'forma parte' de la fortaleza" (A, LIV93). Las
convicciones, en cambio, se relacionan con la
mentira y no con la verdad, como se suele decir.
Aquí Nietzsche se refugia en la etimología de
la palabra "escepticismo": eskeptomai que
quiere decir "mirar cuidadosamente". Cioran
prolonga el pensamiento nietzscheano con su aforismo: "Sólo tiene convicciones quien
no ha profundizado en nada".3
EL CRISTIANISMO, ¿UNA RELIGIÓN PARA
EL ENVILECIMIENTO?
El cristianismo es, para Nietzsche, lo que ha tomado partido por todo lo bajo. Esto lo
ha llevado a vincularse con la nada. "Ni la
moral ni la religión tienen contacto, en el
cristianismo, con punto alguno de la realidad" (A,
XV 39). Por esta razón, además de nihilista,
el cristianismo debe ser tenido por
acientífico. "Cristiano es el odio al espíritu, al orgullo,
al valor, a la libertad, al 'libertinage' del
espíritu; cristiano es el odio a los 'sentidos', a la
alegría de los sentidos, a la alegría en cuanto
tal..." (A, XXI46). Evidentemente, se trata de
una interpretación del cristianismo muy propia
de Nietzsche. Porque por lo menos, el cristianismo de Cristo y de los cristianos
verdaderos seguidores de Jesús, se caracteriza
exactamente por eso: por amar al espíritu, al valor, a
la libertad e incluso, a la alegría. Nietzsche
añade en El anticristo que no ha encontrado en
el Nuevo Testamento un solo rasgo
simpático (A, XLVI80). Es verdad que San Juan
Crisóstomo llegó a decir que "Cristo nunca se
rió". Pero esto no pasa de ser una
hermenéutica más de la "seriedad" del Nazareno.
Además de la compasión, el
pensador alemán rechaza violentamente la doctrina
de la igualdad ante Dios que ha pregonado el cristianismo durante siglos. "El veneno de
la doctrina 'idénticos derechos para todos' es
el cristianismo el que lo ha diseminado de modo más radical..." (A, XLIII75). Esta
doctrina es el pretexto para el rencor del débil
y oprimido. El sentimiento menos evangélico de todos, la venganza, fue el que se
impuso con el cristianismo.
No podía ser de otro modo: la moral de los señores, la herrenmoral nietzscheana,
no puede admitir dicha igualdad. Unos están
por encima de otros. Aunque vale decir que Nietzsche, en
Genealogía de la moral, advierte que los señores no caen en el viejo
mecanismo de la comparación con los
oprimidos para afirmarse como superiores. Quienes realizan esta comparación en reacción son
precisamente los débiles. Por eso
"el cristianismo tiene en su base el rencor propio de los enfermos, el instinto
dirigido 'contra' los sanos, 'contra' la salud" (A,
LI89). Y lo dijo no precisamente un sano. Nietzsche estuvo enfermo toda su vida.
La mayor parte del año sufría horrendos
dolores de cabeza.
Desde un cristianismo liberador vale la pena advertir que la opción por los pobres
no postula una resignación en espera del
más allá, sino más bien, la organización ya en
esta tierra para mejorar las condiciones de vida
de los débiles. Se trata de un cristianismo
que asume la escatología del "ya, pero
todavía no". El reinado de Dios ya está aquí, de
manera incipiente. Se trata, por tanto, de un cristianismo de fuerza y contestatario.
CRISTO, EL ÚNICO CRISTIANO DIGNO
Nietzsche exhibe una imagen de Cristo un tanto ambigua. Por un lado, afirma que
Cristo murió por su culpa, que no murió por
los pecados de otros. Pero, por otra parte, el
filósofo de Sils-María califica a Cristo de
"espíritu libre": "ninguna cosa fija le importa:
la palabra 'mata', todo lo que está fijo
'mata'" (A, XXXII62). Evoca aquí la posición
de rechazo de Jesús hacia la ley: "el sábado
se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado". Cristo tomó por real el mundo
interior; el resto, lo concibió como natural,
temporal e histórico. Sólo ha habido un
cristiano, y ése murió en la cruz, apunta
Nietzsche. Esta última expresión podría ser suscrita
por cualquiera de nosotros en un acto de humildad. La entrega de Jesús en la cruz no
tiene parangón. Nuestro seguimiento
continúa siendo nimio e insignificante con relación
al de Cristo. La moral aristocrática del
guerrero, la que afirma los valores vitales, bien
podría ser encarnada por Cristo si atendemos a
su más prístino sentido. El guerrero dice sí a
la vida y se encarga de la compasión en
tanto esto afirma la vida. Jesús fue el sí del Padre,
el sí a la Vida. Cualquier exégesis correcta
de los Evangelios desemboca en esta conclusión.
EL DIOS CRISTIANO, ¿UN "NO" A LA VIDA?
Es ya proverbialmente conocida la elección
de Nietzsche por el dios venidero Dionisos. Dios de la exaltación y de la locura. En
Así hablaba Zaratustra llega a confesar: "Yo
no podría creer más que en un dios que
supiese bailar".4 Por eso Nietzsche descalifica la
noción cristiana de Dios. El Dios cristiano es
el Dios de los enfermos, el Dios araña, el
Dios espíritu. Este Dios, para el autor de
Zaratustra, es la "contradicción de la vida", en
lugar de ser su transfiguración y su eterno sí
(A, XVIII43). De nuevo volvemos a nuestra reflexión anterior. Sin intentar efectuar
una equivalencia entre Dionisos y el Dios cristiano, Padre de todos los hombres, no
podemos dejar de reiterar que el Dios cristiano no contradice la vida. Quizá es el fondo de
lo que Machado quiso decir con "no quiero cantar ni puedo a ese Jesús del madero
sino al que anduvo en la mar".
LA OPCIÓN POR EL BUDISMO COMO RELIGIÓN QUE CUMPLE
El anticristo es expresamente una maldición
al cristianismo. Ya lo hemos observado. El cristianismo se parece al anarquismo en
el hecho de que ambos tienden a la
destrucción. El cristianismo se asemeja al alcoholismo
en que ambos tienden a la corrupción. Pero
vale la pena ver cómo quedan situadas las
demás religiones en el pensamiento de
Nietzsche. Valga esto para afinar nuestro
discernimiento sobre las religiones históricas.
Primero el protestantismo. Dentro del cristianismo quien queda más mal parado
es el protestantismo. Nietzsche lo llama "la
hemiplejía del cristianismo y de la razón".
No explicita Nietzsche en esta obra las razones, pero las podemos suponer. El filósofo
afirma que el protestantismo es el pecado original
de la filosofía alemana. Su repudio a
dicha filosofía, en particular a Kant y su
deber ser, es de sobra conocido. De aquí se puede
colegir su rechazo al protestantismo, quizá en lo
que tiene de puritano, de calumniador del placer.
En cambio, la opinión de Nietzsche sobre el budismo es francamente
condescendiente: "El budismo es la única religión
auténticamente 'positivista' que la historia nos
muestra... él no dice 'lucha contra el pecado',
sino, dando totalmente razón a la realidad,
'lucha contra el sufrimiento'" (A, XX44). Lo que
a Nietzsche le embelesa del budismo es su lucha contra el dolor. Todos sabemos que
dicha doctrina intenta superar el dolor mediante
la anulación del deseo en el Nirvana. El
poner en el centro de la lucha vital la lucha
contra el dolor es lo que al filósofo de SilsMaría
le fascina. Aquí se percibe el influjo de
Schopenhauer. Por esta misma razón, reprueba
a Epicuro, porque es un decadente típico
por mostrar miedo al dolor. Epicuro preconiza los placeres, pero no enfrenta la realidad de
la vida: el dolor. Amor fati, amor al destino con todo su dolor, es lo que predica Zaratustra.
La diferencia entre el budismo y el cristianismo estriba en que el budismo no
promete, sólo cumple; en cambio, el cristianismo
promete todo y no cumple nada (A, XLII73). Se refiere obviamente a la promesa de la
vida eterna que, según Nietzsche, es la promesa
de algo que no existe, que no tiene consistencia. Aunque también vale la pena señalar
que Nietzsche reprueba el método budista
para suprimir el dolor: la anulación del deseo.
Del Islam sólo elogia su desprecio por
el cristianismo. Dice que tiene derecho a hacerlo pues los musulmanes sí son varones,
en cambio, los cristianos devienen mujeres. Se refiere obviamente al espíritu guerrero
musulmán y materializado en su Guerra Santa.
De nuevo se muestra injusto con los cristianos testigos de la verdad.
PILATO, ¿LO ÚNICO RESCATABLE DEL
NUEVO TESTAMENTO?
Nietzsche opone en El anticristo a dos
figuras del Nuevo Testamento: por un lado, a
Pablo, de quien dice que sólo buscó el poder y
la venganza. Y por otro a Pilato, el gobernador romano, de quien dice que es la "única"
figura a honrar en todo el Nuevo Testamento. A Pilato lo honra por despreciar la
confesión de Jesús "yo soy la verdad". "¿Qué es la
verdad?", se pregunta el pretor con extrañeza.
A Nietzsche lo seduce el escepticismo de Pilato. La historia de Flavio Josefo atestigua
que Pilato fue un hombre infinitamente cruel, amigo de la mentira y la maldad. Lo
que Nietzsche admira en él es su desprecio por
la verdad dogmática. Aunque no debemos olvidar que Pablo defendió la verdad de la
fe y no la de las obras de la Ley. La figura de Pablo puede y debe ser reivindicada.
El anticristo culmina con la
promulgación de una "Ley contra el cristianismo". Dicha
ley prescribe el repudio contra esta religión y
sus sacerdotes por ir contra la naturaleza. Nosotros nos seguiremos preguntando qué
hubiera opinado Zaratustra de los cristianos
liberadores, de los cristianos que predican la fuerza
y el arrojo en la lucha contra la injusticia. Quizá también los hubiese descalificado.
Aunque aquí el argumento de base tendría que
ver con la intención del cristiano radical de
buscar la supresión utópica del dolor en el
futuro, cuando lo que el eterno retorno de las cosas preconiza es la aceptación trágica
del dolor en el presente.
1 Usaremos en esta glosa la edición de
El anticristo de Alianza Editorial, Madrid, 1974.
2 Nietzsche F., Más allá del bien y del
mal, Porrúa, "Sepan cuantos...", No. 430, México, 1993, n. 260, p. 117.
3 Cioran E. M., Del inconveniente de haber
nacido, Taurus bolsillo, Madrid, 1995, parte VIII, p. 123.
4 Nietzsche F., Así hablaba
Zaratustra, Porrúa, "Sepan cuantos...", No.430, México, 1993, I, Leer y escribir, p. 21.
* Conferencia presentada durante las Jornadas Nietzscheanas organizadas por el Programa de
Derechos Humanos y Educación para la Paz y las licenciaturas
en Comunicación y en Ciencias Humanas, en octubre
de 2000, con motivo del 100 aniversario luctuoso
del filósofo alemán.
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