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SERGIO ANTONIO CORONA PÁEZ
Maestro en Historia y candidato al doctorado en Historia por la
UIA Santa Fe. Coordinador del Archivo Histórico de la
UIA Laguna. Autor, entre otros, de San Juan Bautista de los
González y Ríos de gozo
púrpura. Becario del Conacyt. |
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Una de las características del quehacer
histórico tal como se practica en la actualidad
radica en su manera de concebir a la sociedad, o, mejor aún, de cómo la sociedad se concibe
a sí misma. La sociedad como tal ha pasado
de entenderse como productora de cosas o hechos, a concebirse como
sentido,1 como colectividad que produce sentido, ya que
el ser humano es, por naturaleza, un ente social que percibe la realidad e interactúa con
ella por la mediación de lo simbólico.
De los años cincuenta en adelante, no son los hechos el objeto de estudio de
la historia, sino los significados, el sentido que tales hechos pueden tener para la sociedad
en que son producidos y emitidos. Es decir, lo que importa para el quehacer histórico
es la comunicación que la sociedad produce
y percibe. Más aún, para la investigación
histórica es de mayor relevancia el fenómeno de
la recepción que el de la emisión. No es
tan significativo el propósito del emisor, sino
la recepción o apropiación que la sociedad en
la que se genera hace de tal mensaje.
Desde luego, el concepto de cultura2
es absolutamente fundamental. La cultura es el contexto en el que se emite un texto. En
este sentido, no hay texto sin contexto, y en una sociedad todo es significativo si caemos en
la cuenta de que la cultura puede ser tanto abstracta como material.
Ilustremos con un ejemplo: en
nuestra sociedad contemporánea, la necesidad
de transporte urbano puede satisfacerse con un coche. Pero sabemos que los coches no
existen como entes abstractos. Contamos con diferentes marcas, modelos y precios,
tanto nacionales como extranjeros. Y queramos o no, a los ojos de nuestra sociedad no
significa lo mismo poseer un
Volkswagen3 que un Mercedes Benz. Desde el punto de vista
material o práctico, ambos resuelven de
manera idónea la necesidad de transportación.
Sin embargo, en el contexto cultural de las clases altas urbanas de México, siempre tendrá
mayor prestigio quien posea un Mercedes. Pasear por las calles de la ciudad en un
Mercedes propio puede ser entendido como un hecho (fulano pasea en coche) o como emisión
de significado, como acto comunicativo a partir de una materialidad significante (fulano
es exitoso y rico, puesto que posee un coche que sólo los poderosos pueden tener). En
cambio, para las clases bajas urbanas de México,
el poseer un Volkswagen puede ser un gran
símbolo de estatus. El mismo
texto4 (posesión de un Volkswagen) puede significar cosas
diferentes y ser percibido de manera distinta por dos clases sociales de una misma
comunidad urbana, es decir, en dos contextos
culturales diversos. Por esta razón, la mera narración
o crónica de los hechos no tiene sentido si
no se explican los significados que éstos
generan como actos de comunicación dentro
del contexto de una cultura o culturas.
Si entendemos que como historiadores debemos dar cuenta de textos y conextos
de sociedades del pasado, comprenderemos que no estamos frente a una tarea fácil. Los
historiadores somos verdaderos aprendices de lenguas muertas, puesto que las sociedades
del pasado poseían sus propios códigos y
convenciones comunicacionales y culturales, totalmente extintos en la actualidad. La
historia amateur o improvisada corre el riesgo de
confundir historia un quehacer verdaderamente académico, que cuenta con una
dimensión social5 y una función eminentemente
explicativa6 con
biografía7 narración muchas
veces escrita por encargo8 (con la consiguiente
pérdida de objetividad) que tiene por
protagonista a un individuo: relato cuya función
es meramente descriptiva y que ordinariamente privilegia, glorifica y descontextualiza al
individuo en relación a la sociedad que le
da origen y sentido.
Una confusión peor ocurre cuando el presunto historiador se convierte en
mero repetidor de secciones de textos antiguos,
interpretándolos ingenuamente con una visión que trasplanta un repertorio
cultural del presente hacia el pasado. Esta clase de
escritores no alcanzan a comprender la naturaleza eminentemente convencional e
histórica que existe entre el referente, el significante
y el significado. Para ellos, en su bien intencionado candor, el
calzón9 novohispano era simplemente, por anacrónica homofonía,
una prenda íntima.10 Y se extrañan y se
hacen lenguas de la sociedad desvergonzada que permitía (según refieren los viejos
manuscritos, dicen ellos) que los varones circulasen
en calzones por las áreas y vías públicas.
En una situación similar estaría el
historiador que juzga y arremete contra las
instituciones nobiliarias novohispanas desde un acérrimo republicanismo
contemporáneo. Evidentemente, ese "historiador" no tiene
la menor comprensión sobre lo que significa
la alteridad y la diversidad de las sociedades y
de las culturas del presente, mucho menos de las del pasado reciente, colonial o prehispánico.
Por todo lo anterior, conviene revisar los criterios con que se apoyan, elaboran y
publican los textos de investigación histórica,
ya que no toda investigación histórica es
científica, y por lo tanto, verdaderamente
histórica. No sea que nos encontremos en el
hipotético caso de comprometernos con una simple
producción literaria carente de valor y
trascendencia y sin un sentido social ni académico.
1 Mendiola Alfonso y Zermeño Guillermo,
Hacia una metodología del discurso
histórico.
2 Podemos hablar de diversos niveles de cultura:
cultura de elite, cultura popular, cultura de masas.
3 El Volkswagen es tradicionalmente uno de los
coches más populares y económicos de México. Nótese que
la simple inserción de esta nota implica que el texto
puede llegar a otras culturas en las cuales la palabra
Volkswagen no implique o signifique nada en relación
con aquello a lo que estamos haciendo referencia.
4 Desde luego, usamos la palabra
texto en un sentido amplio, analógico, no literal.
5 Cuando hablamos de dimensión social
queremos decir que la historia como las ciencias sociales no
se interesa por los individuos, sino por las sociedades
o grupos que comparten culturas más o menos
comunes. Es la sociedad la que genera y explica a los individuos,
y no a la inversa.
6 La historia académica no se conforma con
describir fenómenos sociales, sino que busca explicarlos.
7 La biografía se considera válida en la medida en
que nos dé cuenta de una sociedad, más que de un
individuo. Recordemos los estudios de Lucien Febre
sobre Lutero y Rabelais. Como ciencia social, el objeto
de estudio de la historia son las sociedades.
8 En muchos casos, el biógrafo asume el rol de los
viejos heraldos medievales contratados por las casas
nobles para la glorificación de sus linajes y demostración de
su nobleza.
9 La prenda que los textos coloniales denominan
calzón, según las convenciones sociales de la época, hace
referencia no a una prenda íntima, sino muy al
contrario, al pantalón corto, externo y visible que usaban
los varones hasta la rodilla y complementaban con
medias. Podían ser de diversos textiles, muchas veces sedas
de brillantes colores y tener botones a los lados.
10 En México, calzón es en la actualidad el nombre
con que se designa a la prenda íntima masculina y
femenina conocida en otras partes como bragas. |