¿Es posible educar en valores?* 
  Édgar Salinas Uribe  
 
 












ÉDGAR SALINAS URIBE

Escolar jesuita. Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales. Director del Programa de Derechos Humanos y Educación para la Paz en la UIA Laguna.

La educación es el más humano y humanizador de los empeños humanos. Tiene límites y nunca cumple sino en parte su propósito.
Fernando Savater

El hombre es el único ser que requiere
ser educado.

Kant

La pregunta que nos convoca esta tarde ha sido respondida de antemano. Ya que si la cuestión que le sigue es ¿cómo se puede educar en valores?, es porque se acepta que es posible hacerlo. Pero en este "valle de lágrimas" no todo lo que se puede se debe hacer, o aunque se deba, no siempre se puede realizar del mismo modo. Así que la pregunta del ¿cómo ahora y en nuestro contexto, se puede educar en valores? se viste de pertinencia. Y no sólo porque se busque una didáctica, sino porque nos preguntamos por el sentido y alcance de esa educación en valores.
      ¿Se puede educar en valores? Se ha dicho que sí. Tanto, que la ONU afirmó en su declaración mundial sobre Educación para Todos (1990), que con la educación los Estados asumen

... la posibilidad y a la vez la responsabilidad de respetar y enriquecer su herencia cultural... de defen der la causa de la justicia social, de proteger el me dio ambiente y de ser tolerante con los sistemas sociales, políticos y religiosos que difieren de los propios, velando por el respeto de los valores hu manistas y de los derechos humanos... así como de trabajar por la paz y la solidaridad internacionales...

      Como podemos ver en la declaración citada, se puede educar en valores y además, se debe educar en valores. De hecho, en el párrafo leído se recomienda cultivar algunos como la justicia social, tolerancia, paz, solidaridad, etcétera.
      Antes de ir al cómo se puede educar en valores, permítaseme tratar de responder a una cuestión previa: ¿qué sentido tiene la frase educar en valores? O para redundar: ¿qué valor tiene educar en valores? Para responder, taladremos superficialmente el sentido de las dos palabras clave: educar y valores.

 
 

      Comencemos primero con la segunda de ellas: valores. A la palabra valor se le han otorgado diversas significaciones. En la economía política clásica se reconocía la distinción entre valor de uso y valor de cambio. Uno aludía a la utilidad de la cosa, otro a su precio. Aquí, el valor está en referencia a las cosas, en tanto que satisfacen necesidades humanas. Por otro lado, cada vez que hacemos alguna elección sucede que debemos inclinarnos por algo en particular: una cosa, una persona o una acción a realizar, en este sentido, podemos decir que hay personas valiosas o acciones más valiosas que otras. El término valor tiene aquí una connotación en el ámbito de la preferencia.
      Pero además, podemos encontrar otra significación del término valor, y quizá sea la más corriente en el ámbito de la educación.
Hablamos de valor en este último sentido cuando lo que manifestamos con nuestro actuar permite realizar una cualidad humanizadora. Se sitúa al valor en el ámbito de la moral. Y dado que la moral modula el tipo de convivencia expresado por las relaciones entre las personas, los valores morales desempeñan un papel nodal en el modo de estructurar esa convivencia humana. De manera que algo posee y se le otorga valor en la medida que participa del dinamismo humanizador del hombre. De aquí podríamos afirmar que, puesto que es significación, el valor es cultural e histórico.
      Aunque en la reflexión filosófica han estado presentes términos como bondad, justicia, veracidad, etcétera, fue hasta el siglo XIX que se usó el término valor para hacer referencia a aquellas ideas. Hoy en día, cuando hablamos de valores, comúnmente nos referimos a ese arcoiris que aglutina estados deseables de la existencia y conducta humanas. De manera, pues, que los valores no existen por sí mismos, sino que están fundamentados en la realidad que les otorga sentido y, a su vez, ayudan a modular al ser humano.
      Ahora vayamos a lo primero: educar. Por educación y acepto que desde una perspectiva muy general, entendemos el tejido que encontramos cuando se favorece la adquisición de habilidades e instrucción técnica con el desarrollo de la persona en actitudes y comportamientos humanizadores.
      En toda educación hay transmisión: se entrega a otros lo que se ha conseguido social e históricamente (conscientes del componente de conservación e ideologización que allí se presenta). Pero, en tanto que la realidad lo exige e impone, la educación es, también, transformación continua de mente y corazón.
      Así pues, con lo anterior y para abreviar, cuando se habla de educar en valores, podríamos decir que nos referimos al proceso de transmisión de un elenco de concepciones que desarrollen en la persona estados deseables de ser y quehacer de su condición humana.
      Sin embargo, encuentro varios cuestionamientos a la anterior propuesta, por ejemplo: ¿quién y desde dónde considera deseables esos estados de existencia? Recordemos el torrente ideológico que se puede colar pretendiendo justificar un estado de la sociedad injusto e indeseable para muchos, a pesar de que para otros sea, si no deseable, al menos inevitable.
      Otra pregunta: ¿ es posible transmitir esos estados a través de discursos que suelen ser contradictorios, puesto que no se asumen? Es decir ¿se transmiten conceptos o se vivencian estados?, ¿se adoctrina o se seduce? Es más común y fácil lo primero. Mucho más sincero y auténtico lo segundo e igualmente, más difícil.
      Algo más: en esto de la educación en valores, ¿quién enseña a quién?, ¿no se corre el riesgo de imponer concepciones de vida que no responden a la cultura que emerge, y que, bajo un argumento de autoridad cuestionable, se justifican? En la educación, puesto que es encuentro de personas, no es fácil afirmar que sólo se transmiten valores por parte de unos profesores o facilitadores a otros alumnos o formandos.
      Es inconveniente obviar que en el proceso educativo hay un encuentro entre personas, cada cual con sus respectivos experiencias y concepciones de la vida y el mundo, con sus valores. Y esto se acentúa más conforme se avanza en los niveles de escolaridad. Preguntaríamos entonces, ¿quién es profesor y quién alumno en este terreno? Tal vez ese binomio no es el apropiado en el caso de la llamada educación en valores, al menos, repito, en niveles donde los que participan en el proceso de enseñanza y aprendizaje acumulan experiencias que les permiten entablar diálogos pares en este aspecto.
      Me pregunto, pues, si no hemos errado en nuestro punto de partida. Quizá a nuestro nivel no se trata tanto de educar en valores, sino de coeducar nuestra mirada hacia nosotros mismos, el prójimo, la realidad. Es decir, buscar no hablar y teorizar sobre lo ideal, sino experimentar, reflexionar, meditar sobre lo que hemos sido, lo que somos y lo que podemos ser, a partir de una comunicación abierta de experiencias y reflexiones. En este sentido, considero que en nuestro contexto es urgente y fundamental favorecer el encuentro de la persona consigo misma y con el otro, de un modo dialéctico, continuo, y no recurrir necesariamente a la mediación de alguna concepción de valor por encima, o peor aún, en sustitución de la experiencia misma.
      La pregunta de fondo que me planteo es si resulta posible educar para la convivencia humana que desarrolle plenamente a las sin la mediación de los valores, entendidos como concepciones que se consideran inmutables, y sí a través de un encuentro inmediato con el ser humano mismo. Si la respuesta es no, debe tomarse en cuenta, entonces, que la nuestra ha de ser una educación dialéctica entre concepciones valorales y la realidad, pues ésta es la concreta e histórica que cuestiona y redimensiona todo.
      ¿Cómo entonces, co­educar nuestra mirada? Quizá el camino más corto es el encuentro que aproxima ya que en la educación para la convivencia sana y solidaria, en el fondo, lo que está en juego es la posibilidad de hacernos prójimos, y esto inicia desde el aula. No hay camino más auténtico y liberador con el otro que la aproximación. Como reza un verso por allí: "nadie que no te conozca se enamorará de ti". Considero que la orientación de una educación humanista reposa, precisamente, en el deseo que, al concretarse, nos invita a la aproximación, a hacernos prójimos.
      ¿Cómo hacer esto en la plataforma universitaria en la que nos desenvolvemos? Quizá la universidad no sea el espacio donde se cristalizan todos los valores o conductas que se desean, tal vez porque algunos de ellos encuentren su plena realización en ámbitos más amplios; pero sí puede ser el escenario en el cual nuestra visión adquiera un contacto mayor, un zoom con la realidad, con la mía propia, con la del otro, cognitiva y afectivamente. Sí podemos ir consolidando un fino gusto ético desde la universidad, favoreciendo aquello que repetidamente mencionó José Saramago en una de sus últimas visitas a México: "hacer del ser humano la prioridad absoluta".
      Estamos invitados, considero, a desarrollar la aproximación a través del diálogo y el encuentro con el otro, que nos lleve a conducirnos desde un ángulo de visión más amplio, de manera que nuestras posturas se vean criticadas y enriquecidas positivamente. La universidad se convierte así, en una atmósfera educativa donde se modela el diálogo, la tolerancia, la creatividad y la justicia que propicia que cada persona sea y se desarrolle. En este orden temático observemos que resulta necesario un educador que facilite esta aproximación (personal y colectiva) en el alumno. No se trata de ser un santo, sino un ser humano en proceso que tiene la humildad y valentía de asumir sus contradicciones, que busca disminuir la brecha entre su decir y su hacer, entre lo que sabe y lo que vive, y a quien también se aplica lo que Freire decía con su "no me formo para transformar, me formo transformando". Concluyo con unas palabras de Tim Radcliffe, o.p.: "Así pues, debemos atrevernos a ver lo que hay ante nuestros ojos".

* Ponencia presentada en el panel "¿Se puede educar en valores? ¿Cómo?", durante las Jornadas de Integración, del 15 de marzo al 5 de abril 2001 en la UIA Laguna.

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